Escritor

Así le gustaría titular a uno un libro futuro, hecho de retazos de lecturas, de momentos memorables en compañía de los libros. Estos días, complicados como todos, llenos de tareas que se han de realizar y de asuntos que no deben aplazarse, entre viaje y viaje, se amontonan encima de mi mesa y en las estanterías de los alrededores un montón de libros interesantes, todos ellos de autores extremeños, que o ya han sido leídos o están siéndolo o esperan su turno con incontestable paciencia. A falta de tiempo para hablar con el detenimiento que merecen de todos y cada uno, quisiera siquiera enumerarlos. Me mueve a hacerlo la sana intención de empujar al lector curioso en su busca y, más allá, constatar que ese "momento dulce" del que casi todos hablamos para referirnos al que vive desde hace unos años la literatura en Extremadura no es vana entelequia sino pura realidad. Y ya que lo menciono, bueno será empezar por la Antología Didáctica de Textos que han escrito al alimón Miguel Angel Lama y Luis Sáez, tan necesaria a la hora de abordar por parte de profesores y alumnos el Currículo Extremeño, para completarlo, y que se titula precisamente Literatura en Extremadura, siglo XX. Su editor, Libros del Oeste. Podría seguir con los cuatro nuevos títulos de una de las colecciones más hermosas de la Editora Regional, Ensayos Literarios. Me refiero a los libros de artículos periodísticos de dos novelistas: Fragmentos de Jorge Márquez y La mitad de Occidente de Eugenio Fuentes, así como los de ensayo de Manuel Neila, Puntos de vista, y Javier Rodríguez Marcos, Los trabajos del viajero. Puede estar tranquilo Fernando Pérez: nueve libros después, su apuesta está ya consolidada. Seguiría citando Lugar de la derrota, el cuarto y maduro libro de Ada Salas (que ha sido incluida, por cierto, en la novísima antología La otra joven poesía española ) y Atracciones de feria de Irene Sánchez Carrón, tercero de la flamante ganadora del Adonais (publicado por la Diputación de Cáceres, como el intenso Amor mío, la vida de José Antonio Zambrano). Y por seguir con las mujeres, no puedo por menos que confesar mi deslumbramiento por el primer libro, Adiestramiento, de Elena García de Paredes, jovencísima extremeña de Don Benito, alumna del Taller de Relato y Poesía que en su ciudad natal coordina Simón Viola. No será, estoy seguro, el único descubrimiento de los Talleres, lo que demuestra a las claras la importancia de ese exitoso proyecto. Y porque de los jóvenes es ya el presente de nuestra literatura, bueno será recordar los libros de poesía de José María Cumbreño, Arbol sin sombra (Algaida), y de Daniel Casado, El largo andar tan breve (Vitrubio) y el recientísimo de ensayo de Antonio Sáez, Corredores de fondo (Llibros del Pexe), un viaje por la literatura ibérica a principios del siglo XX. No tan joven es Javier Pérez Walias pero muy frescos son sus Versos para Olimpia que ha publicado Ediciones Imperdonables. Mayor aún es Manuel Vicente González que nos presenta en Las voces apagadas (Breviarios de la Calle del Pez) un melancólico viaje de la memoria que ha prologado Luis Mateo Díez.

Término este otro viaje por los libros recientes dando cuenta de dos obras centradas en la localidad altocacereña de Aldeanueva del Camino que ha publicado la ERE en su colección Libros del Ambroz. Están firmadas por dos contemporáneos con ideas contrapuestas: el médico republicano Máximo Sánchez Recio, autor de Datos para el estudio médico-topográfico de Aldeanueva del Camino (de cuya edición se ha encargado su paisano Miguel Angel Melón), y el empresario conservador Severiano Masides con La estela de un campesino (editado por otro aldeanovense, José Luis García Martín). El microcosmos de un pequeño pueblo le permite al lector sacar conclusiones universales. El mundo convertido en entrañable pañuelo.