Que el tiempo no quiere cambiar. Que los aires solanos nos secan cada día más . Nos abaten, nos quitan el buen humor.

Algunos recordarán aquel fraile de cartón que hacía de barómetro y estaba en casi todos los bares y algunas casas. Y según la humedad ambiental, movía el brazo, con el puntero, para indicarnos el tiempo que iba a hacer en los días siguientes. Y no fallaba. Parece ser que el artilugio se basaba en una cerda de caballo que se tensaba o aflojaba, según el ambiente, y que hacía posible la indicación. Y, si indicaba seco, en primavera, nos poníamos, y nos ponemos, algo decaídos y, en algunos casos, con bastante mal humor. Necesitamos aire fresco, brisa fresca y con nuevas humedades.

Y eso es lo que también se necesita en nuestro panorama político nacional.

Estamos asistiendo, diariamente, en la campaña preelectoral a los múltiples insultos (unos más que otros) que se lanzan los líderes de los dos grandes partidos y que conforman esta fauna política del país que algunos ya llaman como la "partitocracia".

Y la verdad es que, ni a uno ni a otros, les hace ni pizca de gracia que asome la nariz ningún tercero en discordia. Se entienden mejor los dos y, si hay que volverse a entender (unos mejor que otros) con algún nacionalista, ya se las apañan, pero siguen instalados y sin nadie que amenace realmente el status adquirido, que han de conservar a toda costa, porque es escasa su capacidad de retorno (unos menos que otros) a la vida laboral que antes tuvieron, si es que la tuvieron, como sucede en muchos casos.

Pero así como el tempero ambiental depende de lo que la naturaleza quiera, por mucho que los hombres del tiempo pretendan controlar sus pronósticos, la naturaleza política toma sus derroteros lógicos y, hartos ya de caminar, durante décadas, por un desfiladero entre dos paredes monolíticas, largo y cansino camino que impide respirar, abre una fisura entre esas piedras y surge una brisa húmeda y fresca que trata de aliviar el ardor del caminante y, en este caso, del votante, para convertirlo en persona y ciudadano.

Para convencerle que debe pensar que cada uno es libre y puede hacer con su voto lo que quiera.

Esa brisa es la nueva corriente política, UPyD (Unión, Progreso y Democracia) que, empujada por gente sincera, libre y de reconocidos valores éticos, ha irrumpido en el desfiladero para devolvernos, a muchos, la esperanza que se puede hacer política de verdad, para el bien de todos, sin necesidad de asquerosos insultos. Solo con un programa.

*Candidato al Senado por UPD.