La anunciada operación de fusión entre las compañías aéreas Iberia y British Airways (BA) tiene sentido para ambas, ya que las dos pasan por dificultades, debido a la fuerte competencia de las compañías de bajo coste, la desaceleración de la demanda y los elevadísimos precios a los que ha llegado el combustible. De hecho, ya se había iniciado anteriormente un proceso de consolidación empresarial entre las grandes de la aviación comercial en Europa, que la gran mayoría de los especialistas juzgan como inevitable.

A este panorama, común a todo el sector, se une la necesidad de Iberia de aumentar tamaño, y la de BA de afrontar riesgos de gran calado como son la acuciante congestión del aeropuerto londinense de Heathrow --una de las instalaciones aeroportuarias con más tráfico del mundo-- o la liberalización del importante mercado transatlántico. BA es, además, uno de los principales accionistas de Iberia desde finales de siglo pasado. A su vez, Iberia también posee un pequeño porcentaje del capital de la británica y así lo han juzgado los inversores, que han incrementado un 20% el precio de la acción de Iberia el día del anuncio de la fusión. Por tanto, no es de esperar que la operación tenga consecuencias notables para los potenciales usuarios de la empresa fusionada. Ambas compañías ya colaboraban estrechamente en la alianza Oneworld, ofreciendo vuelos en código compartido, planes comunes para los viajeros más frecuentes o coordinando rutas para explotar de forma eficiente el tráfico de conexión. Si había algún tipo de competencia entre ambas empresas, ya era muy débil.

Con la fusión, pueden esperarse algunas sinergias en costes, aunque ello podría exigir una cierta racionalización de la plantilla actual, si bien el anuncio ha sido bien acogido por los sindicatos. Además, la empresa de nueva creación tendrá mayor fuerza para negociar con sus proveedores (de aviones, de combustible, etcétera) y con los gestores de los aeropuertos. Estos aspectos contribuirán a mejorar los márgenes de rentabilidad de la empresa resultante, pero la consiguiente reducción de precios dependerá de la competencia que puedan ejercer otras aerolíneas.

Queda por conocerse algunos flecos importantes de la operación, entre ellos el porcentaje de cada aerolínea en la nueva empresa, pero algo se puede dar como seguro: la dominante será BA, pese al fuerte apoyo que ha tenido Iberia en España como compañía de bandera. Y también está por ver cómo operarán en algunos aeropuertos españoles, entre ellos del barcelonés de El Prat, donde Iberia ha mantenido su posición hegemónica en las adjudicaciones de espacio preferente en la T-Sur o en la adjudicación de slots, (permisos de despegue y aterrizaje) para operar desde la Ciudad Condal. El anticipo de sus planes quedó claro cuando Iberia propició la integración de Clickair y Vueling para convertirla en la primera operadora en el complejo de El Prat.