El supuesto giro del PP hacia la moderación se desmiente cada día. Si se trata del caso Gürtel, acusa al Gobierno de usar a la policía y a los jueces contra el partido, como si España fuera una república bananera. Si se trata de la visita a Gibraltar de Moratinos, sale en tromba rasgándose las vestiduras y lanzando afirmaciones que recuerdan tiempos felizmente superados. El portavoz del PP, González Pons, calificó al titular de Exteriores de "ministro del que avergonzarse"; la portavoz Soraya Sáenz de Santamaría anunció que pedirá la comparecencia urgente en el Congreso de Moratinos y el secretario del PP andaluz, Antonio Sanz, convocó una rueda de prensa ante la verja en la que se despachó a gusto sobre la visita: la "mayor renuncia" a la soberanía hecha por un Gobierno español, "insulto a la dignidad de España" y "traición histórica" son algunos de sus calificativos.

La visita es trascendente porque es la primera de un ministro español desde 1704 (el Peñón fue cedido al Reino Unido por el Tratado de Utrecht en 1713), pero en modo alguno significa que España renuncie a la soberanía. La reclamación española es "irrenunciable", pero "los problemas se resuelven a través del diálogo y la cooperación", dijo.

La vía de la confrontación ya se ensayó en el pasado y solo sirvió para empeorar las cosas. ¿Acaso quiere eso el PP?