Escritor

A medio día veo levantarse la niebla decembrina y casi de repente aparece el sol, radiante, que llena de extasiada luz el campo; olivares con gente recogiendo aceitunas, vaguadas con junqueras, alamedas con gritones pájaros, azuladas montañas, un castillo... parece una suerte de encantamiento este misterioso clima extremeño. Aunque uno haya nacido aquí, aunque lleve viviendo muchos años en esta tierra, no dejará de sorprenderle los repentinos cambios que la naturaleza experimenta en esta extremada y a la vez continental región. Contemplando el mágico acontecimiento de las brumas que se desvanecen y la aparición de los contornos definidos de los árboles, las casas, la orilla del río... me quedo en paz.

Me hundo al momento en los recuerdos y mi voz interior me habla. Es fin de año. Otro año más, pienso. A algunos eso les hace sumirse en la melancolía; ven que todo va hacia delante, deprisa, y que apenas hay tiempo para disfrutar de la vida. Otros, en cambio, ven la llegada del año nuevo como un torrente de nuevas oportunidades. Algunos, sencillamente, no se lo plantean.

No es éste el lugar adecuado para describir en detalle el sentido y la trascendencia del tiempo; sería un atrevimiento filosófico poco excusable. Pero sí cabe hacerse algunas preguntas desde la concreción: ¿Adónde va Extremadura? ¿Adónde se dirige esta comunidad que tiene ya un pie adentrado en el nuevo siglo? (Tres años ya desde el sonoro 2000, me digo). Es inevitable reflexionar sobre lo que nos preocupa.

Vivo en un pueblo extremeño de menos de dos mil habitantes. No soy, pues, uno de esos escritores "extremeños" que viven en Madrid o en Barcelona. Aquí contribuyo y aquí me dejo lo que gano con mi escritura. Eso me da algunos derechos --que no niego, desde luego, a los otros-- para escribir sobre Extremadura con conocimiento de causa. Hablo diariamente con la gente "del pueblo", de este pueblo donde vivo, lo cual me proporciona una información privilegiada acerca del existir y el sentir de la gente extremeña y la formación jurídica que recibí me faculta para hacer un análisis desde la perspectiva legal.

Sin la más mínima duda, me alineo con la severa posición de la Junta de Extremadura frente al "decretazo" del Gobierno que hace desaparecer el subsidio agrario. La razones de Violeta Alejandre, consejera de Trabajo, para defender el subsidio no pueden ser más evidentes. Un pueblo con menos de dos mil habitantes, en Extremadura, cuya población se dedica fundamentalmente a la agricultura, no puede subsistir sin el dinero que le entra por el subsidio agrario. Y Extremadura, hoy por hoy, en el año 2003 que iniciamos, no dispone de unos privilegiados recursos que le permitan defender otro modelo que no sea el clásico de municipio rural que vienen recibiendo ese dinero como inestimable balón de oxígeno para las economías familiares.

Desde su inicio, el funcionamiento del Estado de las Autonomías ha causado discrepancias entre los gobiernos autonómicos y el Gobierno central en cuanto a sus respectivas competencias y a las iniciativas legislativas adoptadas por unos y otros; conflictos que dan trabajo abundante al Tribunal Constitucional. Desde 1981 rondan los 1.000 expedientes de consultas, recursos o impugnaciones de normas presentadas por los diferentes gobiernos al Alto Tribunal, quedando un buen número por resolver. Indudablemente, muchas de esas tensiones institucionales son aireadas en períodos electorales para generar en los ciudadanos sentimientos contra el Estado, especialmente en los territorios que reivindican un derecho "histórico" a su propia identidad (Cataluña y País Vasco, principalmente).

Pero en este caso concreto del subsidio agrario hay que dejar de lado cualquier diferencia política. Esto es un asunto de vital importancia para la región. Son todos y cada uno de los partidos, del signo que sean, los que deben sumarse a la iniciativa del recurso.

En este caso, el mantenimiento del subsidio agrario es una exigencia indiscutible del principio de subsidiariedad, cuyo fin no es otro que superar las disfunciones centralistas y garantizar la solidaridad entre las regiones.

Ojalá que el nuevo año disipe esta bruma tenebrosa del "decretazo". Próspero 2003 a todos los extremeños.