WEwl presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero , ha efectuado un balance muy positivo de la situación económica. Subraya varios datos: el producto interior bruto (PIB) crece al 3,5%, el doble de la media europea; el paro ha caído al 8,4% de la población activa, el porcentaje más bajo registrado desde 1979, y las cuentas del sector público se han saneado y finalizan el ejercicio con un superávit que en el conjunto de las administraciones públicas españolas rebasará el 1% del PIB, cuando la previsión era del 0,1%. Son unas cifras que invitan al optimismo, y el Instituto de Analistas Financieros, foro en el que el jefe del Ejecutivo repasó estas coordenadas macroeconómicas, abogó por la inclusión de España en el G-8, grupo de los ocho países más ricos del mundo.

Esta buena situación económica no debe enmascarar, sin embargo, la existencia en España de varias disfunciones estructurales enquistadas desde hace mucho tiempo. La falta de fluidez de nuestro mercado laboral, los problemas de competitividad frente a los países pujantes y un déficit general en investigación y desarrollo son graves puntos flacos de la estructura económica española. Zapatero debe aprovechar esta bonanza para encararlos de verdad.