THtubo un tiempo en el que hacer teatro en Extremadura era cosa de buhardillas, locura y sofocón. Un tiempo que reunió a los resistentes y a los locos. Mediero oficiaba en Madrid su teatro genial para la libertad y la censura nos amenazaba con suspendernos la FEN y hasta el recreo.

Después llegaron las reuniones en la finca La Orden con Rodríguez Ibarra , que llegaba de madrugada desde Madrid después de horas intentando enseñar a España cómo se pronunciaba la palabra Extremadura. En aquellas reuniones nocturnas alguien voló sobre el nido de un cuco con la suficiente lucidez como para plasmar en leyes y normas una quimera: El Teatro Extremeño. Aún hoy existen voces que se tornan en ironía cuando se habla de teatro extremeño, e incluso un alcalde de estos que sufrimos entre bambalinas, dijo no hace poco que aquí había tres o cuatro autores que se daban los títulos los unos a los otros.

Por eso estoy feliz, porque ese Premio Max al montaje de Teatro del Noctámbulo El búfalo americano es un premio concedido a un sueño, a la quimera que nos permite vivir soportando ironías, alcaldes y, lo peor, ausencias. Felicito a los resistentes, a José Vicente Moirón, a Kiko Magariño, a Paco Carrillo, a Isabel, a todos los noctámbulos y a quienes han sabido resistir hasta llegar a Zaragoza y recoger la manzana de un Max que es más que premio. Porque nos permite vivir recordando a Josechu, a Carlos Creus, a Leandro Rey, a Jesús Penco, a Antonio Cuellar, a Lola Grajera, a tantos...

El búfalo del teatro extremeño no es especie extinguida y su raza de resistente nos permite mirar al futuro de la cultura extremeña con una sonrisa. Felicidades compañeros.

*Dramaturgo