Habría que tener muy claro, y saber apreciar, que esa gente que aparece vociferando en la tele, que se las dan de entendidos, que parecen dominar todos los campos del saber, en una palabra, que son todólogos , son, simple y llanamente, los nuevos bufones que nos ofrece la televisión. Son el pan y circo de antaño. Sabemos que estos personajes ya olvidados en los ambientes palaciegos eran fundamentales en las Cortes más importantes de Europa; eran mucho más que un simple truhán con facilidad para hacer reír a los monarcas; convivían en la intimidad cortesana y podían, en muchas ocasiones, criticar abiertamente a nobles y reyes haciéndoles ver, entre bromas y payasadas, los posibles errores o abusos que cometían. A pesar de su aspecto estrafalario, incluso de los posibles defectos físicos que podían padecer, eran extremadamente inteligentes y sarcásticos.

En esto no tienen nada que ver con los nuevos histriones que llenan horas y horas de espacio televisivo encandilando a una masa de gente, que ha llegado, por lo que se ve, a confundir al payaso con el héroe convirtiendo en princesa del pueblo a la que no es más que una simple y perfecta bufón y reina de la incultura. Alguna cadena de televisión, afín a personajes políticos internacionales poco fiables en ética, moral y modos de actuar ha encontrado, en estas tierras pantanosas, la mina de oro con la que compite en desatino y necedad con otras cadenas que no quieren perder ese filón del disparate que tanto aplauso recibe de la plebe más necia, contando con el visto bueno de un periodismo que, visto lo visto, solo busca un pesebre donde pacer lo mejor posible.

Emilio J. Martín Guerrero **

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