Desde los terribles atentados del 11-S, Estados Unidos ha visto como un grupo de consejeros, de expertos militares y de especialistas en seguridad han aumentado su cuenta de beneficios de un modo espectacular. Pero eso no es nada si se compara con los que se aprovechan de la muerte y del dolor ajenos para hacerse un nombre y labrarse una fortuna. Es el caso, por ejemplo, de un conocido abogado americano, que se ha hecho famoso atacando a las empresas tabaqueras. Pero como en la actualidad eso ha dejado de ser una bicoca se ha buscado otro negocio más siniestro todavía: representar a parientes y víctimas del 11-S. Para hacer dinero sólo hace falta un culpable rico y solvente. El citado letrado ha encontrado rápidamente un grupo: los príncipes saudíes y los hombres de negocios árabes, a los que acusa de haber financiado a los terroristas del 11-S y a los que pretende hacer pagar por los atentados.

Para probar sus acusaciones este abogado ha requerido los servicios de un francés, Jean Charles Brisard, autor de un informe y de un libro sobre el entorno financiero de Bin Laden. En sus trabajos, Brisard acusa, a la ligera y sin discriminar, a un centenar de hombres de negocios árabes, que ven de esta forma manchada su reputación. Para sostener la calumnia, que representa un beneficio financiero enorme para él y para su socio, Brisard suele ser presentado en EEUU como antiguo analista de la DST, los servicios de seguridad franceses. Así se refuerza su credibilidad y se apoyan sus erróneos informes. Pero resulta que Brisard no ha pertenecido nunca a la DST. Antes de iniciar su cruzada antiárabe trabajaba para el grupo Vivendi en el momento en que éste estaba dirigido por Jean-Marie Messier, cuyos servicios han sido recompensados por sus accionistas. Así pues, Brisard ha encontrado en su guerra santa particular contra los árabes un nuevo caballo de batalla y una fuente de lucro. Y tanto peor si es la verdad la que sufre y si la reputación de hombres honrados recibe un rudo golpe: Calumnia, que algo queda...?