XRxepasando las innumerables torturas a las que las imposiciones de las diferentes culturas imperantes, siempre machistas, nos tienen acostumbradas a las mujeres, a muchos se nos corta la digestión, pensando en aberraciones como la mutilación sexual femenina (ablación del clítoris), o la dilapidación por adulterio (sólo en caso de que la adúltera sea una mujer, no así si el juzgado es un varón cuyo tratamiento jurídico está muy por encima, y conlleva penas menores).

Entre estas torturas cuento, de un lado, la desigual consideración legal de la mujer, en muchos países, en los que jurídicamente no está equiparada al varón, y carece de derechos como administrar sus propios bienes, ostentar la patria potestad sobre sus hijos, o incluso derecho al voto. De otro lado, la presión social para que la mujer asuma actitudes de sumisión, amparadas en la costumbre cultural, incluyendo tanto el uso del burca , como la manipulación mediática para imponer modas perniciosas para la salud y tremendamente incómodas. Mientras que el uso del tabaco está restringido, por peligroso, se favorece la tendencia publicitaria a exigir de la mujer moderna una vida de incomodidades y sufrimientos tendentes a satisfacer los bolsillos del sector, y la vanidad de la cultura machista. Echo la cuenta, y no me salen las horas que tendrían que tener los días para mantener una vida activa competitiva, y dedicar tiempo a la depilación (terrible tortura supuestamente voluntaria), o a soportar largas horas de espera en la peluquería, para la aplicación de innumerables productos químicos, como perfumes, de no demostrada inocuidad sanitaria a largo plazo por su acumulación en sangre, etc. Un vistazo por los pies de mis conocidas, incluyendo los míos, confirma la sospecha de que los juanetes abundan. Claro, con tanto zapato de tacón... ¡Y si fuera sólo eso!... Lo peor del tema es la dificultad para andar sobre los pies con este tipo de calzado, doloroso para ellos, por la postura a la que los fuerzan, y que a su vez limitan tremendamente la velocidad de la marcha e impiden caminar durante periodos de tiempo, y espacios, medianamente prolongados. En fin, una se siente sobre ellos como un pato con botas subiendo una cuesta mientras contorsiona trabajosamente sus caderas... cuando se trata de andar a pie, porque de conducir ni hablamos con esas puntas, que no te dejan llegar al freno, y esas plataformas, que te impiden distinguir el acelerador del embrague. Pero esta tendencia, que en los sesenta parecía disminuir, ahora se acentúa con la presión de la publicidad y de los prototipos impuestos por la moda, arrastrando a las adolescentes a utilizar una indumentaria con la que se ven obligadas a pasar frío en pleno invierno, con el ombligo al aire, para encajarse unos pantalones que, a diferencia de los masculinos, no cubre la zona lumbar, son apretados y para nada se ajustan a la anatomía femenina. O bien pensad en esas señoras encopetadas para Nochevieja, con sus vestidos sin mangas, esa presentadora de televisión, retransmitiendo las doce campanadas, que da grima ver, cada noche del año , a varios grados bajo cero, luciendo un vistoso escote, que aparte de la pulmonía que puede coger, la mata de frío. Pero es lo que te exige la moda en trajes de fiesta : ellos de etiqueta, ellas... ropa de verano.

Podemos seguir hablando de los innumerables casos de anorexia que provoca esta presión cultural, o el boon de la cirugía plástica para deformar cuerpos perfectamente normales, para acabar haciendo una relación de las muertes por malos tratos, y de las víctimas cotidianas de la violencia sexista. Seguiría y seguiría hasta aburrirlos a todos con lo que nadie ignora, y sobre lo que tampoco muchos parecen interesados en profundizar, infinidad de detalles que sólo son la punta de un iceberg, de discriminación sexista, que hombres y mujeres arrastramos y que a todos perjudica en nuestra dignidad como seres humanos.

*Profesora de Secundaria