Soy ciudadana española. Nací en Brasil y vivo en España desde 1988, cuando me casé con un catalán. Vamos a Brasil asiduamente y nunca nos hospedamos en hoteles, sino en casas de familiares y de amigos. No recibo con frecuencia visitas de Brasil, pero hace unos días tuve una gran alegría: mi hermana, mi cuñado y un sobrino han comprado los billetes para venir a pasar tres semanas con nosotros. Sin embargo, la alegría ha dado lugar a la indignación y la desesperación al descubrir que los españoles no somos ciudadanos libres para hospedar en nuestras casas a los familiares y amigos si estos no son europeos. La ley de extranjería exige una carta de invitación para cuya expedición nos piden una larga lista de documentos tanto de parte del que invita como de los invitados. La lista es descorazonadora no solo por la cantidad de papeles, sino porque nos exigen documentos que no hay en otros países. En Brasil, por ejemplo, no existe empadronamiento; por tanto, ¿cómo se puede conseguir un certificado? Además, ¿qué le importa a las autoridades si mi invitado vive en una calle de Curitiba o en una avenida de Sao Paulo? También es surrealista que sea más fácil invitar a un amigo que a un familiar. Para comprobar una amistad basta con presentar fotos en común e intercambio de correspondencia. Pero para comprobar un parentesco nos piden partida de nacimiento, certificado de matrimonio y libro de familia, documento que tampoco existe en Brasil. Me da vergüenza decir a la gente que cada año nos recibe en su casa con hospitalidad que para venir a visitarnos necesita esa lista interminable de papeles o, si no, ir a un hotel.

Iná Ferraz de Camargo **

Correo electrónico