TCtáceres es una ciudad disfrazada de época medieval todo el año habitada por gentes poco amigas de vestirse en carnavales otra ropa que no sea la de cacereño contemporáneo. Un año más hemos dado fe de que no nos van los disfraces ni las chirigotas y que aquellos cinco o seis años de los ochenta durante los cuales nos echamos a la calle con máscaras de arlequines bullangueros o maquillajes de pilinguis facilonas con ganas de dar la tabarra al incauto conocido que mostrara el careto tal como Dios le trajo al mundo, han quedado para rellenar una página del anecdotario de la ciudad. Estos días Cáceres ha presentado una imagen en blanco y negro porque hemos salido a la calle con caretas de cacereños clásicos, que se saludan, se preguntan por la familia y se lamentan diciendo que qué pena de ciudad, tan apagada y tan tristona, con las carnavales tan divertidos que tuvimos. Y eso que entonces hubo sus detractores, aquellos que veían en la fiesta una exaltación de comportamientos degenerados y pecaminosos.

Los que en los años ochenta nos desinflábamos tocando el pito carnavalero y pensábamos que seríamos los pioneros de unos carnavales envidiables por los años de los años, somos los mismos que ahora observamos impasibles como pasan ante nosotros cuatro chiquillos disfrazados o nos quedamos en casa viendo por televisión los desfiles de drag queen de Tenerife. Ahora, eso sí, todos nos escondemos para no salir en la foto de los aburridos de la ciudad y exigimos a los responsables políticos que sean ellos los únicos que enseñen la jeta ante el dedo acusador del fracaso.

Este año los responsables del ayuntamiento han intentado poner en marcha un carnaval medieval, pero no han tenido éxito. Habrá que esperar a que a los cacereños nos vuelva a dar otro raro arrebato de entusiasmo que genere la chispa que encienda la llama carnavalera. Es muy posible que eso ocurra, teniendo en cuenta que mutamos con facilidad nuestra manera de ser: eufóricos ayer, apáticos hoy; tediosos antaño, animosos hogaño. Eso es lo que nos pasa con todo.