En este espacio de irracionalidad en el que se ha convertido la política, resulta insólito lo que debería ser natural, y gestos de acercamiento como el que han protagonizado los ediles de Cáceres deberían pasar desapercibidos, pero adquieren relevancia debido a su excepcionalidad, y más en este panorama de desencuentro, de crispación y de desconfianza en el que se desarrolla la acción política.

Se trata de situar la política donde siempre debió estar, al servicio de la comunidad y del interés general, otorgando carta de naturaleza a un inusual consenso, capaz de superar el oportunismo de una rentabilidad partidista que ha basado su éxito en el paisaje de tierra quemada y en la debilidad ajena, más que sobre propuestas alternativas, tangibles y concretas.

El PP cacereño en lugar de atrincherarse tras un muro de atávico resentimiento, construido a partir de la ofuscación que en su día pudo producirle el verse desposeído de la alcaldía, se alza ahora sobre sus propias cenizas, y en un alarde de generosidad institucional con la ciudad a la que durante tanto tiempo gobernó, trata de dar respuestas desde la otra orilla, alterando el tradicional papel que tiene asignada la oposición, prestándose a la colaboración y a la negociación desinteresada en aras a crear un frente común contra las dificultades.

XPERO PARAx que esto haya sido posible, fue preciso previamente el gesto de mano tendida del gobierno municipal, que pese a contar con los votos necesarios como para aprobar por mayoría absoluta cualquier propuesta, ha preferido apoyarse en el otro gran partido, desactivando de este modo esa crítica mordaz y ese torpedeo soterrado y negacionista que tanto daño hace a las instituciones y a la convivencia, pretendiendo establecer un clima de consenso que no obedece a la indeterminación ni al miedo a asumir retos importantes, sino que se fundamenta en el deseo de llegar a acuerdos que sintonicen con el sentimiento general de la ciudadanía, otorgándole a las minorías la representatividad que le corresponde en función del respaldo electoral obtenido.

Quienes renuncian a la estrategia de la confrontación en favor del consenso no traicionan ninguno de los principios ideológicos o programáticos de su partido, ni ninguna de las expectativas de sus electores, sino que se acogen al pragmatismo de lo necesario, como a un modo diferente de enfrentarse a los problemas, ya que estos acuerdos no tienen la consideración de pactos contra natura, al carecer de ánimo de lucro. Ningún elector debería consentir que el enredo de los políticos, su delirio enfermizo tras posicionamientos inmovilistas o retardatarios, constituyan con su cicatería, su soberbia o su incapacidad, el principal obstáculo a la hora de alcanzar los objetivos propuestos, poniendo en riesgo los retos de modernidad de la ciudad; porque con las cosas de comer no se juega y porque hay trenes que ninguna población que se precie puede permitirse el lujo de dejar pasar de largo.

Por eso ante tales circunstancias, tan importante como los contenidos son los gestos, la imagen que hacia afuera se proyecte, para que la niebla de la confusión no nos impida ver con nitidez la belleza del paisaje, para que las controversias no aparezcan ni tan siquiera de forma subliminal en el escaparate promocional de la capitalidad europea, demostrando así que no siempre los partidos se comportan como instrumentos cuyo único objetivo es conquistar el poder a cualquier precio, evitando que unos deshagan por la noche lo que otros construyeron durante el día.

Ojalá que este consenso que ahora se inicia se consolide en el tiempo, y que la ciudad reciba con ello un nuevo impulso, superando esta sensación de atasco que empezaba a apoderarse de las cosas, porque suscribir un pacto institucional no significa hacer dejación de las funciones opositoras, o permitir que éstas se relajen en lo que a responsabilidad y a control se refiere, sino que se pretende compatibilizar estas funciones con la colaboración y el diálogo, en busca de esa necesaria complicidad y de esa implicación que hace que las cosas funcionen, ya que en este tipo de ruleta, es preferible pasarse de ingenuos o de buenistas que vivir enrocados tras un sempiterno inmovilismo, tratando de demorar los desafíos que no se saben afrontar.

No se trata ahora de determinar qué partido saldrá más perjudicado o beneficiado con estas medidas, ni quién se llevará el gato al agua, ni si estos acuerdos supondrán en el futuro un balón de oxígeno con el que apuntalar la Alcaldía, sino que se trata de sumar para abrir nuevos horizontes al diálogo, al entendimiento y a la cohesión, sabiendo estar a la altura que las actuales circunstancias exigen.

Cuando el tiempo pase como un reguero de pólvora sobre nuestras cabezas, estos flecos que ahora parecen muros insalvables, se verán diluidos bajo el ácido corrosivo del olvido, y solamente pervivirán en el recuerdo los gestos de grandeza y de generosidad, junto a la belleza de una ciudad que supo sobreponerse históricamente a cualquier situación adversa.

*Profesor.