Es curioso y al tiempo inquietante. Debe ser un problema de calidad humana, de poso intelectual, de algo que se palpa subliminalmente pero que está ahí. Ha sido con el asunto de El Corte Inglés y el juego de recalificaciones, plusvalías, beneficios y otros asuntos colaterales a la cuestión. El caso es que ha habido posiciones contrarias a la bajada de pantalones a cualquier precio para que tan idolatrado, mimado y deseado becerro de oro del comercio guay aterrice en la solemne urbe. Rodríguez Cancho por un lado, Carmen Heras por otro, han puesto encima de la mesa que puede haber honra y barcos y no entrega de armas y pertrechos urbanísticos porque sí a quienes vienen simplemente a hacer negocio y no a salvarnos la vida.

Así es que la polémica surgida en Cáceres con los terrenos de El Corte Inglés me ha resultado, hasta ahora al menos, gratificante y motivo de esperanza para que se entienda que ciertos políticos no tienen derecho a tratarnos como ignorantes, porque tal vez los lerdos podrían ser ellos.

Sin embargo en Mérida se ha recalificado el gran solar de Carcesa, vieja propiedad municipal y se han regalado nada menos que ciento veinticinco mil metros cuadrados de edificabilidad por simplemente construir una factoría que supuestamente vale dos mil quinientos millones de pesetas. Saben bien los constructores de Cáceres, de Mérida, de Badajoz y de Plasencia que esto es un pelotazo sin más. ¡Ciento veinticinco mil metros de edificabilidad neta de residencial y terciario por dos mil quinientos miserables millones de pesetas, qué vergüenza! Otra cosa será saber si los políticos que han propiciado esta barbaridad son conscientes de lo que han hecho, por ignorancia o por lo que sea. Porque a los ciudadanos de Mérida nos han robado una parte substancial de esas plusvalías generadas artificial y políticamente sobre unos terrenos que valían muy poco. Que lo analicen los fiscales que es su oficio y su obligación, que la sombra de Marbella que llega largo empieza a dar asco. Porque de estas cosas es de lo que hay que informar a los ciudadanos por parte de quienes tienen la obligación de defender los intereses generales y no los de unos cuantos.

Sin embargo aquí en Mérida no se ha movido un músculo ante esta indignidad de la que estoy convencido que si hubiera ocurrido en Cáceres habría vertido ríos de tinta y hubiera forzado editoriales periodísticos como en el caso de El Corte Inglés . Y me da envidia porque comprende uno las cosas que le pasan a Mérida. Es la falta de peso intelectual, de compromiso, de altruismo con la ciudad, de generosidad en los objetivos, de excesos en el pesebreo cotidiano, de ser tratados como incultos y desinformados.

Por eso me he sentido solidario con Manolo Rodríguez Cancho , en su adusta seriedad y con Carmen Heras por su honrada rigidez castellana. Sobre todo por su rebeldía intencionada en defender lo que es de todos. Como debe ser.

*Exgerente de Urbanismo de Mérida