WEw l abastecimiento de agua es, posiblemente, el mayor problema de infraestructura que sufre Cáceres: una ciudad de 90.000 habitantes, con aspiraciones a superar los cien mil en el próximo lustro, no dispone de un sistema de suministro de agua acorde, ni de lejos, con sus características. Son por ello motivo de preocupación las noticias que hablan de que la compañía gestora de la red tiene que dejar de desviar agua desde el río Almonte al Guadiloba porque la cota de aquél es tan baja que no permite la utilización de las bombas extractoras. No hay sequía en la región, pero Cáceres está como si estuviera cerca de haberla --el pantano del Guadiloba está al 50% de su capacidad, que no es mucha, apenas 10 hectómetros cúbicos--, y el ayuntamiento prevé volver a reunir el comité de sequía para estudiar la situación porque, utilizando un frase que se ha convertido en un lugar común para significar cosas diversas, cuando en materia de escasez de agua la región estornuda, Cáceres está al borde de la pulmonía.

Que esto sea así se debe a que el sistema del que depende Cáceres, que fue adjetivado de provisional, lleva 15 años de servicio, debilitándose cada día más porque la ciudad de ahora no es la de 1992. Es cierto que la actuación que terminará con esta situación --la conducción desde la presa de Portaje al Guadiloba-- ha dado sus primeros pasos administrativos, está previsto que las obras empiecen antes de acabar el año y hasta ahora no hay por qué dudar de que estará en servicio en la fecha prevista, el 2010, pero tampoco estaría de más que desde el Ministerio de Fomento tomaran conciencia de que hay cosas que urgen, y esta es una de ellas.