El presidente del Cerro de Reyes, Antonio Olivera Cachola, pasó la noche y buena parte del día de ayer en los calabozos de la Comisaría de Badajoz tras protagonizar una trifulca en un bar, insultando al concejal de Deportes, golpeando al dueño del bar y a los agentes que lo detuvieron y se lo llevaron, esposado, a las dependencias policiales.

No es la primera vez que Cachola protagoniza altercados. En la memoria está que el pasado 12 de abril, en el transcurso de un partido entre el Cacereño y el Badajoz, insultó al entrenador del Cacereño, Angel Alcázar, y la lió con un cámara de televisión. Y ese fue su último --ahora penúltimo-- episodio de desprestigio del club que preside. Tanto que debería ser ya un clamor la expulsión del mundo del fútbol de un hombre al que le pierde su carácter, por mucho amor, mucho compromiso y mucho dinero que le haya entregado al Cerro.

Cachola es Cachola...y los que, con su inoperancia, le dejan hacer. Es llamativo que después de más de dos meses desde que la Federación Extremeña pasara el expediente por la agresión a Alcázar al Juez Unico, este todavía no se ha pronunciado. Y eso que aquel suceso sublevó a toda la Tercera División, que dijo que le correspondía un castigo ejemplar. Todavía no lo tiene. Y ya basta.