Hay quien hace tiempo creyó que todavía podía reinventarse la pólvora, y desde nuevos movimientos políticos surgidos parcialmente de un torrente ciudadano de indignación, concibieron que también era posible rediseñarlo todo -menos la concentración real de poder, claro--, y dentro de ello apartarse de los canales de comunicación masivos habituales, la libertad de opinión y prensa, para meter a todos los medios en el saco de la sospecha de connivencia con el sistema.

Dentro de esas teorías algunos estaban convencidos de que para los nuevos electores, aunque esa es otra que hay que matizar, si son tan nuevos, las vías para hacer llegar el mensaje político tendrían que ser forzosamente otros, y entre ellos y principalmente unas redes sociales como Twitter o Facebook en la que esa filosofía ‘novedosa’ establecía que se instalaban las masas de apoyo y voto.

A eso se unió un montón de prejuicios de un puñado -se pueden contar con los dedos de una mano, y sobran-- de nuevos dirigentes desconocedores de Extremadura, aunque no han faltado otro puñado de veteranos avispados agrupados a su cobijo, que desde hace un par de años presiden los movimientos en materia de medios de comunicación de estas nuevas fuerzas políticas, bajo la máxima de que cualquier periodista de fuera de la región es mejor que los de aquí, porque los de aquí estarían ‘contaminados’.

En definitiva la rancia costumbre de poner alfombra a lo foráneo, y chinchetas de medio metro a lo propio, todo y sencillamente porque a estos auténticos advenedizos en política, en medios, y casi en la vida, no se les hizo la ola que algunos esperaban.

Es así que encontrar alguien que se haga responsable de Canal Extremadura en el periodismo regional está siendo una tarea de Hércules por ciertos vetos continuos de quienes están sufriendo ahora en sus carnes el rebote de esas malas relaciones con la profesión periodística que, según consta, no son exclusivas de la Comunidad sino generalizadas en toda España.

Sin embargo empiezan a caer del guindo, y de una autosuficiencia que ha encontrado la moneda de la indiferencia general, estamos ya pasando al uso, cuyo peligro está en degenerar en abuso, de lo clásico: ruedas de prensa, comunicados, visitas pregonadas y televisadas. Los medios no somos mejores que la sociedad en la que estamos, y yo como hipercrítico diría que somos incluso peores, pero con nuestros problemas, miserias y grandezas, somos un mecanismo plural que intenta facilitar la opinión pública crítica, y venas de un sistema que intenta ser democrático y, comparen, de lo menos malo que se ha inventado.

Esta semana esas pretendidas lecciones de ética, en este caso en el terreno de la conciliación laboral y familiar, querían darse también en el seno de Canal Extremadura, con una dimisión y luego no dimisión en la comisión de igualdad del Ente, a cuenta esta vez de la petición de una periodista que quiere diseñarse un puesto de trabajo a su medida, sin tener en cuenta ni el servicio público que ella debe prestar, ni a sus compañeros y compañeras.

Vientos azules y morados han coincidido en ese episodio burdo con cuyo motivo la portavoz de la Junta -pero no consejera-- ha recordado aquel otro en que se obligó, y ella se prestó estando de baja médica, a una redactora a entrevistar al presidente de la Junta, lo que acabó en denuncia y una multa de 15.000 euros para el Canal.

Seguramente lo mejor es que esa comisión de igualdad la presida de una vez una mujer, porque son las únicas que a la hora de la verdad compaginan al máximo trabajo y familia, y sobre cuya generosidad no hay duda.

Y tampoco estaría mal que alguien con responsabilidad en Canal Extremadura explicara qué está pasando, si es que pasa algo que no debería ocurrir, con programación, productoras, oposiciones…