La imagen de Ian Pasley y Martin McGuiness , riendo tras jurar sus cargos como ministro principal y viceprimer ministro del nuevo gobierno de Irlanda del Norte, es impactante y esperanzadora. Los enemigos irreconciliables que juraron en su día no descansar hasta lograr la aniquilación del otro, y trabajaron con eficacia hasta dejar un reguero de casi cuatro mil víctimas, no sólo han sellado la paz sino que desde hoy gobiernan juntos. Tony Blair dijo que la solución del Ulster es una lección para cualquier lugar en conflicto. Y no cuesta deducir que la referencia nos es aplicable. Es una lástima que Blair no haya aplicado su lección para resolver otros conflictos como el de Irak. En el pecado lleva su penitencia.

Se ha dicho hasta la saciedad que es imposible comparar el conflicto del Ulster con la situación creada en España por el bárbaro terrorismo de ETA. Y es verdad. Como también lo es que tampoco cuesta encontrar un común denominador en ambas situaciones: la anacrónica presencia del terrorismo como elemento degradante en una sociedad democrática. Con la resolución irlandesa, ETA queda como una isla en Europa.

El proceso del Ulster ha sido largo, duro y difícil. No sé si les suena. Ha discurrido por los territorios de la sangre y la persecución policial y judicial a los asesinos, pero sólo ha culminado cuando el diálogo y la negociación se han impuesto. Y la pregunta fundamental que cabe hacerse es si con la integración de los antiguos terroristas a los cauces democráticos es el Estado el que gana o son los asesinos. Yo no tengo ninguna duda.

El problema que tenemos en España es que quienes matan aún no han dado pruebas indudables de que quieren dejar de hacerlo. Y quienes los apoyan no han roto definitivamente el cordón umbilical con quienes tienen las pistolas. Otegi no es Gerry Adams , desde luego. Y ni ha tenido el músculo político suficiente para convencer a ETA ni la fortaleza moral y la valentía para lanzar un hasta aquí hemos llegado .

Así que seguiremos esperando, mirando con envidia como discurra el experimento irlandés, que todavía ha de vivir momentos difíciles. Porque Irlanda del Norte no es España, como el café irlandés no es el carajillo, pero en lo esencial se parecen algo.