La televisión, cada vez más basura, menos culta, insensible y chabacana, se asoma a nuestras casas dando patadas al diccionario y desmantelando el velero de nuestros pensamientos con programas, nada creativos y famosos, maestros en el arte de airear sus vergüenzas. En este ambiente, el velero de nuestros pensamientos se vacía hasta carecer de todo y harto de tanto viajar por estos mares siente deseos de volver al silencio y allí pintar el velero de la vida con los pocos colores que anidan en la imaginación: El color amarillo como el sol y el verde como el corazón de la primavera; el azul como el techo del cielo y el rojo como el horizonte en llamas.

En la soledad se sueña con dibujar sobre las velas y el timón formas fantásticas que atraigan la mirada y encanten la imaginación; pero al regresar al puerto del cada día desde el silencio y lleno del colorido de sueños e ilusiones, nos encontramos envuelto en el clamor general pidiendo al Gobierno que controle los precios; la indignación ante la muerte de siete niños argentinos arrebatado por la hambruna y la noticia de que cada año mueren en el mundo más de 12 millones de niños por malnutrición o por enfermedades como el sarampión y el tétano, enfermedades fácilmente evitables con una simple vacuna. El hecho de que 250 millones de niños en el mundo sean víctima de explotación infantil y que en España malviven dos millones de niños, es una mancha más negra que la marea dejada por el Prestige .