A diario cruzo la calle San Pedro de Alcántara de Cáceres y observo cómo la piel de su calzada va mudando. El antiguo asfalto deja paso a un suelo formado por rectangulares escamas de granito. Los árboles de siempre van desapareciendo. Supongo que les habrán buscado un lugar dónde ser trasplantados --son criaturas que formaron parte de la historia de esa calle y se lo merecen--. Creo también que la calle necesitará nuevos ornamentos que complementen su nueva estética, y esos árboles quizá no sean los adecuados, al menos los más grandes y destartalados.

Porque esta obra no tiene otra finalidad que el cambio estético de la vía. Se le podrían buscar otras razones: la mejora del tráfico o la activación del comercio --algo que sólo se consigue si antes se activa el trabajo de los 10.000 parados cacereños--. Y el cambio estético se está produciendo durante los meses previos a unas elecciones --qué casualidad--, aunque estos meses, los de otoño e invierno, sean los menos indicados para construir o remover calles. Por cierto, algunas calles a las que se les ha cambiado el sentido del tráfico, como Santa Joaquina de Vedruna y Motril, traen de cabeza a los comerciantes de las muchas tiendas que existen en la calle Gómez Becerra.

A menudo circulo con mi coche por la carretera de Trujillo y veo el edificio que un día albergará el nuevo hospital de Cáceres. La obra está parada. Y lo malo es que por la falta de uso lo construido estará deteriorándose. Quizá cuando continúen su construcción tengan que invertir unos euros extras en reparaciones. Puede que sean los euros que hoy no se invierten en los dos hospitales en plena actividad, que sufren el inevitable desgaste originado precisamente por su exceso de uso.

En Cáceres vemos cómo se peatonaliza innecesariamente una calle y permanece parada la construcción de un hospital necesario. Quizá los 670.000 euros invertidos en la obra de la calle supongan una migaja para la cantidad que requiere la continuidad de la obra del hospital, pero no debería ser dinero gastado en pequeños caprichos cuando existen grandes necesidades.