XSxiempre pensé que las calles estaban diseñadas y construidas para su disfrute por todos los ciudadanos, en igualdad de condiciones, y no por unos cuantos.

De las calles, las calzadas creí que estaban construidas para el tráfico rodado de vehículos, que serían amplias para el paso holgado de todos los usuarios, sin obstáculos, con el mínimo de señales de circulación, sin sobresaltos en el asfalto, con jardines en las medianas entre los dos sentidos, sin peligros de atropellos y choques. Calzadas, soñé, para el tránsito de coches que desprendieran el mínimo de gases tóxicos, sin elevados ruidos que tanto molestan al vecindario, sin deslumbrar con sus luces a los demás usuarios, sin excesos de velocidad. Calzadas donde los viajeros descendieran de los turismos sin peligro, sin obstaculizar el tránsito de los demás, tranquilos y con toda la comodidad del mundo. Calzadas en las que las operaciones de cargas y descargas de bultos se realizaran sin molestias para los demás ciudadanos.

De las calles, las aceras creí que estaban reservadas a los peatones, que serían amplias y abiertas para el tránsito seguro, sin obstáculos para los niños, ancianos y discapacitados. Paseos delimitados por jardines a ambos lados para aumentar la calidad de vida en un medio ambiente limpio de contaminación. Plazas amplias, apropiadas para el juego de los menores, para ubicar bancos donde sentarse los padres y abuelos mientras cuidan de sus niños y nietos que saltan y corren sin peligro de atropellos. Arboles, flores y pájaros decorando el cielo y la tierra de una ciudad.

Pero no es lo que creía, pues las calzadas permanecen ocupadas por coches aparcados en ambos sentidos, durante la noche y el día, a lo largo de toda la calle, obstaculizando la visibilidad de los conductores y peatones, afectando a la fluidez del tráfico, provocando inseguridad para los demás usuarios. Pienso que la construcción de algunas de las calles ha tenido como objetivo principal servir de almacenamiento de vehículos parados, más que para el tránsito de los mismos.

La ciudadanía en general consiente tácitamente que los coches estacionados rebosen nuestras calles, hasta en doble fila, pero cuando suceden accidentes de tráfico en esos lugares, y principalmente cuando son niños y discapacitados los perjudicados, esta misma ciudadanía no soporta la desgracia argumentando que los automóviles aparcados son factores de riesgo y en algunos casos instrumentos esenciales en la causalidad de eventos dañosos por la obstaculización y falta de visibilidad que motivan.

Como propuesta constructiva, resulta muy conveniente que los planes de ordenación urbanística y regulación del tráfico rodado siempre cuenten con el asesoramiento técnico y la sensibilidad de la ciudadanía, para evitar problemas mayores que limiten y menoscaben nuestras condiciones de vida, en igualdad, cuando circulamos por nuestras vías públicas.

*Sociólogo