Dramaturgo

Badajoz tiene calles hermosas que cambian de color según las estaciones del año; que son alegres cuando llega la Pascua y huele a cordero en las cocinas y a flores en los balcones; que se tornan cenicientas cuando la bruma del Guadiana, por noviembre, las envuelve; que refugian a borrachitos de madrugada alargando las farolas hasta el suelo para que no tropiecen y que están rotuladas... ¡ay, madre, cómo están rotuladas algunas!

Badajoz tiene pregoneros que hablan en tertulias parlanchinas y están todo el día dale que te pego, que si esto, que si lo otro, y nunca están conformes con nada y tienen poco sentido del humor y no entienden de carniceros ni carnicerías ni cides campeadores. Badajoz tiene unos ciudadanos maravillosos, tanto si protestan como si no protestan, tanto si hablan como si callan, tanto a un lado como al otro. Badajoz tiene un material para llenar calles y tertulias que ya le gustaría a más de una ciudad.

Pero sus calles están rotuladas... ¡ay, madre, cómo están rotuladas algunas! Por ejemplo, la calle Santa Lucía. Antes se llamaba calle Teniente Coronel Yagüe-General , ¿era teniente coronel o general? Una duda que me acompañó durante años.

Pero ahora que vuelvo a andar esa calle porque tengo familia en el Conservatorio de Música, leo calle Santa Lucía-Convento del siglo XV . ¿No era Santa Lucía una santa que le arrancaron los ojos y por eso es patrona de la Once? Pues no, es un convento.

La plaza de Santo Domingo tenía un rótulo que ponía Santo Domingo-Santo y era el cachondeo de los que iban al hotel Zurbarán a pernoctar después de las bodas. Yo creo que tenemos que cuidar los rótulos un poco más y las formas, cid campeador... que no te enteras.