XNxo cabe duda que, teniendo en cuenta las elevadas temperaturas de los últimos días, se hable de ola de calor ; lo que no deja de ser cierto es que, por una u otras razones, el interés sobre el clima deviene, en líneas generales, por la consolidación del mismo como recurso natural y como factor ciertamente decisivo en la configuración del medio natural y su influencia en las actividades humanas más cotidianas que, por otro lado, se ven afectadas de manera inmediata ya que la ola de calor es un fenómeno de rápida implantación temporal.

Pero, en todo caso, la variabilidad natural de los elementos climáticos hace más que complicada la tarea de diferenciar las que son variaciones propias del sistema climático y los cambios o tendencias que éstas pueden indicarnos. Generalmente se han aceptado y considerado como normales los valores térmicos (o pluviométricos) de una treintena de años, pero como clima no significa exactamente tiempo o temperie medio esta normalidad no tiene por qué ser tal desde una perspectiva de tiempo mucho más amplia. Es más, la propia literatura climática es mucho más que ambigua cuando se refiere al tema de los cambios climáticos, ya la Organización Meteorológica Mundial en la década de los 60 utilizaba al efecto nueve conceptos diferentes: cambio climático, discontinuidad climática, fluctuación, oscilación, vacilación, periodicidad, ritmo, tendencia y variación climática. Lo que sí es evidente, sin embargo, es que el clima de la Tierra ha cambiado en el pasado en todas las escalas temporales, por lo que es más que razonable que vayamos asumiendo que seguirá cambiando en el futuro. Otro tema sería buscar las causas (naturales y/o humanas) de esos cambios.

La pregunta a responder sería si las temperaturas alcanzadas en los últimos días pueden tratarse como normales o, sin embargo, son uno de los efectos de ese temido cambio climático. Para responder podemos citar, por ejemplo, situaciones similares en el pasado más inmediato.

Así, el 14 de junio de 1981, se registró en el Observatorio de Badajoz (Talavera la Real) la temperatura de 43,4ºC; el 13 de junio de ese mismo año la temperatura que se alcanzó en el Observatorio de Cáceres (carretera de Trujillo), fue de 41,4º C. Estas, sin ir más lejos, aún no han superado los 44,4ºC registrados en Badajoz y los 42ºC en Cáceres el 23 de julio de 1995.

No obstante, son muy comunes los valores térmicos superiores a los 40ºC, tanto en Cáceres como en Badajoz, en el período que dura la estación seca (junio a septiembre).

En este mismo sentido podemos señalar otra medida, como el número de meses cálidos (meses cuya temperatura máxima media es igual o superior a 30ºC). De esta manera, y en el período 1961-1990, Cáceres tuvo un 30% y Badajoz un 50% de junios con temperaturas más altas a la referida. En la última década (1990-2000) se registraron un 47% y 60% de días en junio, en Cáceres y Badajoz respectivamente, con temperaturas máximas superiores a los 30ºC. No cabe duda que, por otro lado, las modificaciones térmicas que introducen las grandes ciudades incrementen la sensación térmica de calor, incluso de angustia, sensación que se ve aumentada cuando las temperaturas se mantienen en valores altos durante dos o más días.

Por lo tanto, creo que no debemos considerar estas elevadas temperaturas que sufrimos estos días, al igual que otros fenómenos meteorológicos extremos y azarosos, como hechos insólitos o aislados, ya que a lo largo de la historia se han producido fenómenos parecidos. Sucede que todo ello pone en evidencia la excesiva vulnerabilidad de la sociedad actual frente a determinados fenómenos climáticos; inadaptación o vulnerabilidad que no ha desaparecido a pesar del desarrollo tecnológico, ya que afecta por igual a cualquier área geográfica, con independencia de su grado de desarrollo económico y tecnológico.

*Geógrafo de la Uex