TDte pronto se ha establecido entre nosotros. El jacinto de agua --camalote-- ha venido de la América Amazónica para encontrar un buen acomodo en el Guadiana. Nos hallamos ante una verdadera colonización invasora, tan rápida e imprevista como pudieron ser los raids conquistadores de los Cortés, Pizarros, Valdivias y largo etcétera, cuando aterrizaron en busca de gloria y fortuna por las tierras de donde procede esta exótica planta de las aguas. Es como ocurrió con los famosos cangrejos americanos que de pronto, por descuido o intención, apareció por nuestros sistemas de cuenca infestándolo todo. Llegó a penetrar el revoltoso crustáceo hasta en los colectores de algunas ciudades, por increíble que parezca. Luego el susodicho fue objeto de captura al por mayor para abastecer las paellas de medio mundo, aparte de incorporarse a la dieta de otras especies.

El jacinto de agua o camalote necesita aguas con muchos nutrientes, cuanto más eutrofizadas mejor. Y esto lo encuentra en el Guadiana con hartura. Estamos hablando de un sistema regable al que se aportan volúmenes ingentes de fertilizantes, mayoritariamente nitrogenados. Lo que no absorben los cultivos fluyen por el río, empapando los suelos de la cuenca que son extremadamente porosos como corresponde a nuestro sistema geológico, que por su procedencia del Paleozoico inferior ha desarrollado sus suelos agrícolas --mayoritariamente-- sobre granitos descompuestos.

Por lo dicho se puede entender que el camalote se bebe literalmente todos los nitritos que contaminan el río y en ese caldo de cultivo prospera de maravilla. la fotosíntesis --2.900 horas anuales de sol en la provincia de Badajoz-- y las temperaturas elevadas, aseguran el trabajo rápido en el hábitat que la planta amazónica ha encontrado por estas latitudes. Vamos, que sería difícil que esta invasora pudiera vivir en ríos trucheros, con aguas de deshielo. Es el Guadiana, espeso, concentrado y hasta sobrado de abonos minerales, para entendernos, el que procura el engorde intensivo del camalote . Quizás habría que hacer de la necesidad virtud y poniendo el viento de la adversidad a nuestro favor, podríamos utilizar el camalote para limpiar las impurezas de muchos de nuestros ríos y embalses, tan eutrofizados ellos. Algo parecido a lo que están haciendo ciertas bacterias con el Titanic. ¿Y por qué no?

La cuestión añadida a toda esta realidad imprevista es que navegando con curiosidad sobre este asunto del camalote me encontré con un dato que me impresionó. Se refería a que en las zonas donde es autóctono, puede producir hasta cien toneladas de materia seca por hectárea y año. Si esta realidad fuera trasplantable estaríamos hablando de la posibilidad de producir muchos kilovatios a partir de la biomasa de esta acuática y singular invasora. No creo que esto pueda ser rigurosamente cierto porque si lo fuera, algunos pensarían en cultivar camalote en lugar de arroz. La Unión Europea podría producir electricidad limpia en el Plan Badajoz. Y estaríamos en el umbral de un ciclo de mayor felicidad para esta tierra extremeña, tan colonizada siempre. ¡Madre mía, lo que podría dar de sí este dichoso camalote! Algún entendido hablaba de ochenta mil kilovatios facturables por hectárea. A mí eso me parece exagerado, pero después de leer a Julio Verne y sus Veinte mil leguas de viaje submarino , cualquiera sabe hasta dónde podría llegarse con inventiva, sentido común, empresas públicas y un aliado vegetal y acuático procedente de las antiguas colonias. Es para pensarlo.

*Exalcalde de Mérida