La fecha festiva del Primero de Mayo es una ocasión muy oportuna para recordarnos a todos que nuestro país tiene otros problemas importantes, además de la fiebre de las ilegalizaciones de listas electorales, las obsesiones de la derecha en torno a lo que los médicos recomiendan para la salud de Iñaki de Juana y otras fijaciones, con el único objetivo evidente de desgastar al Gobierno de Zapatero.

Por este camino vamos a tener que recordarles a algunos que si profundizamos en eso de las causas de ilegalización de partidos igual descubrimos la gravedad de haberse metido en vericuetos ilegales y desastrosos en la lucha contra el otro terrorismo, el internacional.

No sería deseable que al final todos resultasen ilegales, lo que sería un serio problema para la democracia española. He oído decir esta mañana al profesor Javier Pérez Royo que lo que necesita la democracia no son obsesiones restrictivas sino profundizaciones en la misma y voluntad de interpretar las leyes en el sentido más favorable para la ampliación de los derechos de todos.

A ver si el Primero de Mayo nos aleja de esas obsesiones y nos acerca al cumplimiento de ese lema sindical por la igualdad y por el empleo de calidad, por ejemplo. El problema de los trabajadores de Delphi tendría que movilizarnos a todos, pero también otros planteamientos que afectan a la totalidad de las fuerzas del trabajo en España, relacionados con la precariedad, la calidad de las condiciones de trabajo, la insuficiencia de los salarios en relación con los beneficios desorbitados de poderosas empresas, las grandes deficiencias de las atenciones sociales y sanitarias...

Hay que conseguir que todos este otro mundo de preocupaciones pase a formar parte si no de las obsesiones, al menos de las inquietudes de los partidos políticos, incluso los de la derecha. Vean la campaña electoral francesa y díganme si no sería bueno tomarla como ejemplo de la sensibilidad de los partidos de ese país frente a los problemas que más importan a los ciudadanos. Y escribí el otro día que lo de Francia me producía sana envidia. Pues eso.