Dramaturgo

Ya no tengo preguntas que hacerle porque mi amigo está empeñado en cambiar de identidad y no razona. Me ha dado unas navidades de aquí te espero y por más que le pregunto, más me responde. "Mi vida será en el 2004 una plica" y con lo de la plica está. Dice que no está a gusto con su identidad, que no le ve futuro a un personaje funcionario, algo obeso, cincuentón, formal padre de familia, vecino de Badajoz y cuñado de un perito agrícola que convierte las reuniones familiares en capítulos de Jara y sedal . Dice que no está a gusto y que tiene que escapar de sí mismo aunque tenga que pagar un precio más alto que las tarifas de Lagunair de Badajoz a Barcelona. Quiere hacer de su vida una plica y que quienes la abran descubran sorprendidos los secretos que encierra.

Mi amigo quiere una identidad con brillo y sin aspavientos, como la de Alonso Guerrero, que empieza piano, piano y acabará con fuegos artificiales en programas como el de Pedro Piqueras y, pronto, en algún que otro tipo Crónicas. "¿Y qué secreto encierra tu plica, si puede saberse?" Me dice que será un secreto que involucre a muchos y a muchas, que el nuevo yo vendrá cargado de asuntos oscuros y lances lúcidos. ¿Un nombre nuevo? "Sí, y portugués porque los nombres portugueses son en sí mismos como arcanos y nunca sabremos ordenarlos bien". Mi amigo puede que se llame en el 2004, Dinis o Duarte, "¿Y el apellido? Será cosa de la plica. ¿Te imaginas que estés hablando con un ilustre, con un famoso, capaz de haber seducido a medio mundo (incluso princesas) y tú sin saberlo?"

Del NIF no me habla, ni de su esposa. ¿Por qué los varones a los cincuenta nos volvemos tan lerdos y transmutamos tanto?