El último informe del panel internacional del cambio climático presentado en Bruselas hace un par de semanas plantea un nivel de alarma superior a informes anteriores. Algunas voces, sobre todo del mundo de la economía, han calificado de alarmistas a los científicos que presentan estos informes y afirman que nuestra economía sabrá encontrar las soluciones a los problemas que puedan aparecer. Hay algunos que ya están planificando sus inversiones teniendo en cuenta la nueva situación que se presenta. Desde esta perspectiva, el cambio climático no aparece como una catástrofe, sino como una oportunidad de negocio. Quizá no haya tantas contradicciones entre todo ello.

Las pruebas que se van presentando nos confirman día tras día que la actividad de nuestra sociedad, con sus necesidades de transporte, alimentación y productos de todo tipo, afecta a la composición de la atmósfera. Estos cambios hacen aumentar su temperatura y producen efectos a nivel global. Predecir estos efectos de una forma útil para tomar decisiones no es fácil, pero al ir recogiendo datos y refinar los modelos de predicción se van dibujando escenarios más fiables. La realidad es que, tomadas en su conjunto, las perspectivas son preocupantes. No se trata solo de que se fundan los hielos de las zonas polares y de los glaciares, con el consiguiente aumento del nivel del mar. Se predice también un aumento de la violencia de los fenómenos atmosféricos, la aparición de nuevas enfermedades y cambios en los sistemas de producción de alimentos. Está claro que cultivos que hoy en día crecen en algunos lugares no lo podrán seguir haciendo, y este aspecto del cambio climático es un buen ejemplo de cómo se enfocan las soluciones al problema.

Nuestra agricultura va a estar sometida a una gran presión en las próximas décadas, ya que habrá que producir más y mejores alimentos, se preparan nuevos usos, como los combustibles, y todo ello se tendrá que hacer en condiciones diferentes. Se sabe desde siempre que los cultivos se enfrentan a los ataques periódicos de todo tipo de plagas. A ello se responde con variedades resistentes a las enfermedades o con fitosanitarios, pero es siempre una carrera que agricultores y productores de semillas pretenden ir ganando. Desde esta perspectiva, lo que hay que hacer es adaptar los cultivos a las nuevas circunstancias climáticas, yendo a las tierras apropiadas y buscando las variedades resistentes a las enfermedades que surjan. Se trata, por tanto, de cuestiones basadas en aplicaciones tecnológicas que conocemos, pero que tienen sus límites. A lo largo de la historia ya ha habido cambios de este tipo: ciertas sociedades han sabido adaptarse a ellos, mientras que para otras han dado lugar a graves conflictos que hoy se analizan para compararlos con la situación a la que nos enfrentamos.

XLA DISCUSIONx, por tanto, se presenta en términos de si contamos con las tecnologías apropiadas y si estas se desarrollarán a tiempo para resolver los problemas que se presenten. Por ejemplo, se está trabajando en disponer de nuevas fuentes de combustibles a partir de plantas. Parece claro que los cultivos que tenemos ahora no son los adecuados. Por una parte, porque el ahorro del uso de carburantes fósiles que permiten es pequeño; por otra, porque compiten con los alimentos, y hacen subir su precio. Hay que trabajar mucho para identificar las buenas especies y los métodos de obtener combustibles a partir de ellas. También hay quien pone esperanzas en sistemas que sirven para secuestrar el dióxido de carbono de la atmósfera. Desde luego, es una tecnología que no está disponible para un uso masivo.

Por tanto, el dilema que se nos puede plantear es hasta qué punto poner el énfasis en los aspectos alarmistas de los datos que se recogen o hacerlo en las soluciones que se pueden ir proponiendo ante una situación que, en algunos aspectos, no es tan diferente de las que nos hemos encontrado siempre. Es, quizá, una versión más de la existencia de dos formas de enfocar las soluciones que se proponen en nuestra sociedad. O queremos que se tomen decisiones de forma global para evitar los problemas que se prevé que afectarán a todos o se deja al desarrollo de la sociedad, de la economía y de las inversiones tecnológicas el encontrar las buenas soluciones.

Sin duda hay unas grandes oportunidades de negocio para el desarrollo de las nuevas tecnologías y para quienes sepan utilizarlas. El problema puede venir de si somos capaces de encontrar estas soluciones con la suficiente velocidad para que las nuevas situaciones no afecten de forma grave a la vida de muchas personas y para que ciertos ecosistemas se degraden irreversiblemente. Es como la carrera entre la mejora de un cultivo y las enfermedades que le afectan. Si vamos preparando la batería de respuestas con tiempo, podremos encontrar la solución cuando se plantea el problema.

Tal vez por esta razón algunos prefieren crear un cierto nivel de alarma que permita, por una parte, tratar de evitar que el problema se haga más grande reduciendo nuestras emisiones y, por otra, estimular que se vayan encontrando soluciones nuevas adaptadas a las nuevas circunstancias. Quizá así se eviten los problemas más graves que afecten a la vida de los individuos de nuestro planeta.

*Director del Laboratorio de Genética Molecular Vegetal CSIC-IRTA