Hacía años que los británicos no tenían unas elecciones tan reñidas como las del próximo 6 de mayo. Pueden marcar un cambio de ciclo que ponga fin a 13 años de laborismo. El cambio en esta ocasión lo representa un joven David Cameron, que ha borrado todos los vestigios thatcheristas del Partido Conservador y ha conseguido mantenerse al frente con solidez después de tres breves y desastrosos liderazgos en ocho años. El ejercicio político que ha realizado ha sido ni más ni menos que el mismo que hizo Tony Blair en el laborismo con extraordinario éxito, solo que desde la derecha. Blair movió a su partido desde la izquierda socialista hacia el centro y, en algunas políticas, más allá, asumiendo muchos de los postulados thatcheristas. Cameron parece el reflejo de aquel Blair: ha llevado a los conservadores al centro, arrebatando a los laboristas ideas y políticas, particularmente en el terreno social, campo de juego tradicional de la izquierda. La crisis económica, así como los escándalos en los que se han visto envueltos los parlamentarios de los dos partidos principales, son argumentos más que suficientes para explicar la voluntad de un cambio de ciclo, pero la campaña acaba de empezar y no será ni fácil ni tranquila. A la tensión electoral se sumaron anoche los efectos del primer debate televisado entre candidatos en la historia del Reino Unido. Es una incógnita qué efectos puede tener en los electores la experiencia de ver a los jefes de filas cara a cara. Porque los programas en liza y la locuacidad de los líderes importarán tanto como sus dotes ante la cámara.