La iniciativa tomada el jueves pasado por el líder de Podemos en Extremadura, Álvaro Jaén, ha cogido por sorpresa a más de uno. Un cambio de postura tan brusco suele desorientar, dado que se tambalean los cimientos políticos sobre los que se ha conformado la región a lo largo de la legislatura planteando lo que ya parece un nuevo escenario. Hasta ahora había sido imposible que el PSOE y Podemos hubieran alcanzado si quiera un principio de acuerdo en algo. De los encuentros de La Corrala para acá, como en aceite el agua, ambas formaciones parecían condenadas a no entenderse. Tanto, que de este escenario quien se ha beneficiado de verdad ha sido el PP, alardeando de responsabilidad política y conviniendo con los socialistas dos presupuestos seguidos.

Pero hete aquí que Álvaro Jaén salió el jueves cuando nadie lo esperaba, previa convocatoria a la prensa la tarde anterior, para ofrecer una negociación presupuestaria con el gobierno de Vara antes de verano. ¿Qué? ¿Cómo? ¿Podemos pidiendo lo que casi le ha rogado el PSOE hasta ahora? ¿Y con prisas? El PP no ha tenido por menos que decir que existe «ronroneo» entre ambas formaciones como ya ocurre de facto en Castilla-La Mancha y que sobrevuela sobre Extremadura lo que denomina un «bipartito».

La prueba de que no existía relación alguna entre Álvaro Jaén y Fernández Vara es que el primero se quejó el jueves de que no había podido informar previamente al presidente de sus intenciones porque no le cogía el teléfono y el segundo se excusó diciendo que habría cambiado de terminal puesto que no conocía el número.

El caso es que el martes han quedado ya para negociar porque el gobierno socialista actúa aquí como cuando a uno le ofrecen un viaje gratis, mejor firmarlo hoy que mañana no sea que el benefactor se arrepienta.

Vara requiere de apoyo si quiere sacar adelante las cuentas. Sus 30 diputados no son suficientes para la aprobación de los presupuestos (le faltan 3 escaños) y solo es posible con el apoyo de Podemos (6 escaños) o el PP (28 escaños). Ciudadanos solo posee un diputado y, en consecuencia, su acompañamiento si acaso es testimonial.

En el seno del Ejecutivo y del propio PSOE se estaba ya muy incómodo con el abrazo del oso del PP, ese brazo por encima del hombro de Vara que no sirve más que para llevarlo a la esquina donde sestarle una puñalada, políticamente hablando se entiende. Porque los populares tienen sin duda un interés por Extremadura --ese mérito es encomiable y digno de alabanza--, pero también otro electoral y salvarle el trasero al presidente lleva implícito estar en el tablero político con voz y voto, y eso siempre reporta un plus cara a una futura candidatura.

A nadie se le escapa que el cambio de postura de Podemos obedece a que el calendario legislativo ha sobrepasado ya el ecuador y no van a seguir el resto de la partida como un pepito grillo respondón, pero también a que los jefes de Madrid, es decir, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, han marcado unas nuevas reglas del juego a nivel autonómico tras su encuentro de hace unos días y eso determina un panorama distinto a la hora de conformar mayorías.

Está por ver qué desarrollo van a tener a partir de ahora los encuentros políticos, dado que el PSOE tendrá también que darle pábulo y participación en la negociación presupuestaria al PP y a Ciudadanos, pero me temo que su empeño será confluir con Podemos, mucho más en línea con la ideología de izquierdas, mucho más interesante electoralmente hablando y mucho más del agrado de quien llevar las riendas del partido en Madrid.

El PP ha endurecido su discurso con Podemos en los últimos días. Y eso dice también mucho de la situación que se presenta a partir de ahora, donde cada cual se acomoda a su nuevo lugar en el baile de la política. Resultar un socio imprescindible de un gobierno en minoría es una buena carta de presentación ante el electorado, pero colivarse como única oposición frente a un gobierno apoyado con quien sitúas previamente en la radicalidad no lo es menos. A la espera de acontecimientos.