El presidente del PNV, Xabier Arzalluz, ha cosechado su primera gran derrota política en el interior del partido. Y se ha producido nada menos que en el tema de su sucesión. El partido será dirigido por Josu Jon Imaz, portavoz del lendakari Juan José Ibarretxe, y no por Joseba Egibar, el candidato que él propiciaba.

La decisión de las bases de la formación política supone un cambio en la cultura interna del PNV: de la primacía del partido sobre el Gobierno (Arzalluz difuminó sucesivamente a Garaikoetxea y Ardanza) pasa a una bicefalia, que ha sido posible gracias a la legitimidad y el liderazgo ganados por Ibarretxe tras su última victoria electoral y después de cohesionar, con su plan, a un PNV desconcertado tras el fracaso de Lizarra. No habrá diferencias entre el lendakari e Imaz en su defensa del plan Ibarretxe de autodeterminación. Pero si algo caracteriza a Imaz frente a Egibar es que no se opone a la posibilidad de pactos con partidos no nacionalistas, en vez de apostar únicamente por un frente común con Batasuna. Ese matiz puede ser decisivo cuando el PNV tenga que reconducir de forma realista el proyecto soberanista del lendakari.