Anoche terminó una campaña que, si no fuera por los nombres de las papeletas que los electores encontrarán mañana en las mesas, nadie diría que ha sido para unas elecciones municipales y autonómicas. La perversión de los objetivos reales de la campaña ha sido menos perceptible en aquellas comunidades en las que no coinciden ambas citas. En el caso extremeño, ante una jornada de reflexión como la de hoy, las cartas quedan echadas, a la espera de que unos indicadores como son las encuestas acierten en sus pronósticos. Con matices, las dos publicadas en nuestra región, del CIS y de Vox Pública para EL PERIODICO, apuntan prácticamente el mismo resultado. Habrá que esperar.

Pero el desenfoque en esta campaña se ha dejado notar en determinadas autonomías, convertidas en un ensayo de la gran confrontación de las legislativas del 2004. El peso central de esta mixtificación recae en Aznar, empeñado en hacer de esta consulta un plebiscito final favorable a su política, tan cuestionada por la sumisión a Bush en la guerra y por el desastre del Prestige . En este órdago, Aznar ha echado el resto. El riesgo de esta apuesta es que si el PP gana habrá ganado unas elecciones secundarias, y si sufre castigo será lícito atribuirlo a la política general y no a la actuación de sus alcaldes.