A las cero horas de hoy ha empezado en Extremadura la campaña electoral más sugerente, y probablemente más decisiva, de los últimos años en lo que respecta a la Asamblea. La ausencia en la contienda de Juan Carlos Rodríguez Ibarra, el hombre que ha gobernado esta tierra desde antes de la aprobación del Estatuto, en febrero del 83, confiere a la cita con las urnas los dos calificativos mencionados: sugerente y decisiva. Porque el gobierno de la Comunidad va a iniciar un nuevo tiempo, sea quien sea quien gane el próximo día 27: nada será igual en el futuro. Incluso el propio Rodríguez Ibarra --y también el candidato socialista, Guillermo Fernández Vara-- se esfuerza por transmitirlo. Con él se cierra una etapa de la historia extremeña.

Y la nueva debe ser alumbrada con el concurso del mayor número posible de extremeños. Esta región ha acudido siempre a las urnas más entusiasmadamente que el conjunto de España. Pero a la ocasión singular del 27 de mayo le convendría sobremanera que la participación fuera mayor que la de las elecciones del 2003, que superó el ya respetable nivel del 77% del censo. Porque sería el mejor aval que tuviera el ganador de la cita. Para ello es necesario --lo contrario aboca a la desmovilización-- que la campaña ya iniciada se atenga al combate de las propuestas y de los programas más que al de las personas. Los ciudadanos desean respeto por el adversario y discusión firme sobre cada postulado. Es responsabilidad de los partidos cumplir ese deseo y acallar a los que, de entre sus correligionarios, son más propensos al calificativo que al sustantivo; a la invectiva que a la idea.

La batalla es igual de apasionante en los municipios, donde pesa más la continuidad (tres alcaldes de las cuatro ciudades más pobladas se presentan a la reelección y vuelven a optar a la Alcaldía dos jefes de la oposición) que la renovación, que afecta a los candidatos del PSOE de Badajoz y del PP de Mérida y Plasencia.

Pero la campaña electoral atañe también profundamente a la política nacional. Las elecciones municipales, que se celebran en toda España y las autonómicas, que se celebran en 13 comunidades y en Ceuta y Melilla, son una excelente oportunidad para cambiar el rumbo del asfixiante debate político que se enseñorea hoy de España y volver la mirada hacia los asuntos que de verdad interesan a los ciudadanos.

El clima crispado de la legislatura que arrancó el 14 de marzo del 2004, tres días después de la matanza de los trenes en Madrid, ha deteriorado hasta el extremo en estos tres años las relaciones entre el Gobierno y la oposición y ha llenado de ruido y de aspereza los editoriales, los artículos de opinión y las tertulias radiofónicas. Y lo que es peor para el sistema democrático, ha rebajado a límites hasta ahora desconocidos el prestigio de los dirigentes políticos. Ahora, en esta campaña, tienen una excelente oportunidad de mostrar otra cara ante la ciudadanía: la de personas capaces de ofrecer proyectos ilusionantes para municipios y comunidades autónomas o soluciones imaginativas para problemas reales que de verdad preocupan a la gente.