El descenso a Segunda División B del Badajoz, efectivo desde el domingo, es la crónica de una muerte anunciada y el epílogo a una temporada nefasta para el deporte extremeño. Nuestros grandes clubs han terminado sus respectivas campañas con fracasos estrepitosos que limitan extraordinariamente la presencia regional en las más importantes categorías.

El descenso --deportivo y económico-- del Cáceres CB fue el prólogo inequívoco de que éste no iba a ser un buen año. Después, Cacereño y Extremadura se quedaron sin opciones de subir, tras saborear la liguilla durante casi toda la liga. Moralo y Díter culminaron su bajada de peldaño hasta la Tercera. Y, para más inri, un nuevo descenso, el del histórico AD Extremadura de fútbol sala, y hasta el adiós de Javi Sánchez como jugador de élite.

Han sido demasiados reveses para una comunidad ya acostumbrada a lo bueno, desde los tiempos del Mérida y el Extremadura en Primera y el Cáceres en la Liga ACB. Sin embargo, llegan tiempos duros, que habrá que superar con humildad, con ayuda de las instituciones, empresas y, sobre todo, aficiones. Extremadura ya demostró, durante los 90 que es capaz de estar con los mejores.