XCxómo podemos conciliar el sueño cuando sabemos las condiciones en que viven millones y millones de hermanos nuestros? Más de 40.000 mueren, como mínimo, cada día de hambre. Muchos de ellos, niños.

En los países prósperos, rodeados de artificios con frecuencia superfluos, distraídos por una información que desvía nuestra atención de los problemas esenciales, nuestra conciencia y compromisos se van acostumbrando a lo inadmisible, se van acomodando, y llegamos a pensar, como disculpa, que no hay remedio . Sí que lo hay. Si unimos fuerzas y voces --¿quién sino todos?-- lograremos enderezar las actuales tendencias y restableceremos a los pueblos donde se han situado, indebidamente, los poderosos .

En 1945, al término de una guerra atroz en la que se utilizaron las más abominables prácticas de exterminio, se tuvo la lucidez de fundar, en San Francisco, la Organización de las Naciones Unidas, cuya carta se inicia de este modo: "Nosotros, los pueblos, hemos resuelto evitar a las generaciones futuras el horror de la guerra". El sistema de las Naciones Unidas incluye un serie de agencias especializadas para atender, con rigor y diligencia, aspectos fundamentales para la convivencia y el bienestar, la salud, la nutrición, el trabajo, la educación, la ciencia y la cultura, la comunicación, etcétera.

En 1948, tiene lugar lo que en mi opinión es el acontecimiento más importante del siglo XX: la Asamblea General de las Naciones Unidas adopta la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Bastaría con que todos conociéramos y observáramos su artículo 1.º: "Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad. Todos están dotados de razón y se relacionan entre sí fraternalmente". La humanidad disponía, en aquel momento, como soñara el presidente norteamericano Rooseveit , de la institución internacional y de los principios éticos que debían orientar su acción. Pero era apremiante compartir mejor: en el año 1954, se da un gran impulso al programa de Naciones Unidas para el desarrollo. Desarrollo que tiene que ser integral, endógeno, sostenible, humano. Desarrollo que hubiera evitado los caldos de cultivo en donde la frustración, la radicalización, la humillación, la exclusión... resultan en actitudes de violencia, en flujos emigratorios de desesperados.

Desgraciadamente, no fue así: pronto las ayudas se sustituyeron por préstamos, concedidos en condiciones draconianas, que beneficiaron siempre más a los prestamistas que a los prestatarios. Los recursos naturales de los países empobrecidos se explotaron al tiempo que se acentuaba el endeudamiento exterior. Cabía esperar que, al término de la guerra fría, se pusieran los tan pregonados dividendos de la paz a disposición de los países más afectados durante la carrera armamentística. Tampoco fue así. Al contrario, tuvo lugar algo que, en mi opinión, constituye una abdicación histórica de las responsabilidades políticas de los países más avanzados: sustituyeron los principios ideológicos y los valores universales por las leyes del mercado . En España, don Antonio Machado , ya nos había advertido que "es de necio confundir valor y precio".

Ahora es imprescindible, en estos albores de siglo y de milenio, procurar unas Naciones Unidas con la autoridad moral y los medios humanos y financieros para que desaparezca la impunidad que permite a grandes corporaciones multinacionales campar a sus anchas; que evite la vergüenza de los paraísos fiscales , que disponga de los mecanismos punitivos para hacer frente a los transgresores en cuestiones que afectan al medio ambiente. Y a los traficantes de drogas, armas, personas.

Unas Naciones Unidas, que dirijan la puesta en práctica, en todo el mundo, de los objetivos del milenio , absolutamente imprescindibles para que podamos transitar de una cultura de fuerza, de imposición, de dominio, de guerra, a una cultura de diálogo, de entendimiento, de conciliación, de paz.

Por fin, el siglo XXI puede ser el siglo de la gente. Hasta ahora, hemos permanecido normalmente resignados, silenciosos. Ahora disponemos de los medios para unir voces a través de los medios de comunicación interactiva, a través de los teléfonos móviles para no sólo hacernos oír, sino hacernos escuchar. Ha llegado el momento de la acción.

Pobreza cero. Va en ello la dignidad de muchos seres humanos. Y la nuestra. Ya no caben más demoras. Les debemos la voz. Voz debida, voz de vida.

*Exdirector general de la UNESCO