Con la única pretensión de mantener la integridad y ponerse a salvo del vendaval de charlatanería, promesas y excelencias que se nos viene encima con la campaña electoral, uno se atreve a diseñar una hoja de ruta a los candidatos, desmenuzando la evidencia:

Usted va a ser elegido, respetado candidato, para hacer un trabajo, por tanto no configure ni fantasee con hazaña alguna. Se le elige para eso y por eso se le pagará generosamente, tal vez más de lo que mereciera; no reclame reconocimiento, pues con toda probabilidad, quizás sea usted el único que tenga que reconocer que ha estado escasito, falto de iniciativa, sin ideas para embelesar al personal, y posiblemente no lo hará usted como todos esperábamos, dadas las chapuzas que su gestión nos hará soportar a diario. Así que procure hablar menos, hacer más y ahorrar en autobombo y si ha de dar lecciones de algo, sean de humildad por desencantar a la ciudadanía y no estar a la altura.

Usted va a trabajar para un pueblo advertido: sabe muy bien de dónde viene usted, aunque no quiere arriesgar a dónde va; dotado de juicio crítico y consistencia democrática, no se deja llevar por la convulsión de la campaña electoral, por eso se atreve a recordarle que el voto se basa en los sentimientos que se absorben de los medios de información y de la prensa durante toda la legislatura y del día a día que disfruta o padece: de la desdentada acera que pisa, de la suciedad de la calle en que vive, de la locura del tráfico que soporta, de si sus hijos pueden o no asistir a un conservatorio y a una escuela de idiomas o de la agonía cultural en que se debate su ciudad.

No le subestime con promesas virtuales, ni sustituya la realidad por sus deseos, ni acalle sus frustraciones con la avaricia, ni sus limitaciones con la pedantería, ni venga a la cosa pública para arreglar su cosa privada, como hacen y han hecho tantos. Sus obrar, serán sus poderes, no su parlería, señor candidato.

El político es un trabajo honesto en el que sobran los arribistas y los buscavidas y que a día de hoy reclama, imperiosamente, dignidad.

Si usted viene para servir a los ciudadanos, siga adelante, pero si viene para servirse de ellos, no cruce el umbral. Este pueblo soberano no soporta más charlatanes, facundos ni gárrulos. Atentamente.

*Licenciado en Filología