Ayer, me dediqué a un pasatiempo inocuo, sin valor científico, y fue preguntar por el nombre de quien encabezaba la lista de UPyD, pero no al vecino, ni al camarero, ni al aparcacoches, sino a compañeros de esto que llamamos periodismo, y a politólogos de diferente laya, y, salvo una excepción femenina, nadie se acordaba. Y, sin embargo, ocupará un escaño en Estrasburgo. Se llama Francisco Sosa Wagner , es conocido en medios jurídicos, pasó por la Administración, y hasta ha tenido tiempo de escribir un par de novelas. Estoy convencido de que pocos, muy pocos de los casi 450.000 votantes, le conoce. Como mucho, conocen a Rosa Díez , pero a don Francisco es muy raro que lo hayan escuchado por la radio o lo hayan visto por la televisión, porque la candidatura de Unión, Progreso y Democracia parecía una candidatura underground, la lista para la política after hours .

Se trata de un partido político que encabeza una persona muy poco querida en el PSOE, de la que recela el PP, y que a Izquierda Unida le hace escasa gracia, entre otras cosas porque le está apeando en muchos distritos de ser la tercera fuerza política.

Con tan escasas simpatías, procediendo de un partido sin recursos económicos, con las televisiones públicas cerradas a cualquier veleidad, salvo las inanes inclusiones de publicidad electoral gratuita, el número de votantes que ha logrado esta joven formación debería hacer reflexionar a las dos grandes formaciones, grandes gracias al sistema d´Hont, porque si tuvieran que lograr 450.000 votos por cada escaño se quedarían con diez diputados. Los grandes se empeñaron en ignorar que se presentaba UPyD. Pero hubo 450.000 ciudadanos que, pese a esta especie de clandestinidad impuesta, se enteraron.