Cuando pregunté el otro día a un alumno si sabía quién era Cánovas, me contestó muy ufano que una avenida del centro de Cáceres. Al menos, los cacereños tienen el consuelo de recurrir a este bello paseo para eludir su desconocimiento de una figura histórica que era consciente, como pocos, del pelaje de los españoles. Pero Antonio Cánovas está muy de actualidad, aunque los jóvenes no sepan quién fue ni qué papel político jugó.

Oyendo y leyendo estos días las noticias recurrentes en torno a la alteración de los censos electorales debido a las inminentes elecciones y, sobre todo, viendo la magnitud que el fenómeno está alcanzando en toda España, uno no puede dejar de pensar en el régimen de la Restauración que instauró a Alfonso XII en el trono y al caciquismo como seña de identidad nacional.

XCUANDO MIx generación estudiaba hace 25 años este fenómeno de la España rural decimonónica pensaba que nunca más volverían a darse estas prácticas, pero hete aquí que en la era de internet y de la comunicación instantánea, lo que importa es el padrón y su manejo ventajista.

Estos síntomas, primeros indicios de una fiebre que irá tomando carta de naturaleza a medida que se incremente la distancia entre los discursos políticos y las tendencias ciudadanas, expresan mejor que cualquier otra cosa la aguda crisis política que atravesamos. Y no porque no existan mecanismos para profundizar en la participación e intensificar la crítica a los poderes establecidos, sino sencillamente porque el cinismo nos impide reconocer que la verdadera causa de nuestras desdichas es la casta de políticos profesionales que han abandonado u olvidado sus ideas originarias y se limitan a motejar al contrario y a reforzar su sentido de secta.

Se puede predicar la sociedad de conocimiento (incluso si la ignorancia es motivo de jactancia) y hasta el paraíso terrenal, pero mientras no profundicemos en la participación con otros mecanismos y no reconozcamos la posibilidad y hasta la necesidad de la discrepancia, no avanzaremos nada.

Y nótese que da igual que los que alteren el censo sean del PSOE o del PP, pues hay casos para todo. Aquel español de finales del siglo XIX que describía Machado se parece mucho al de los comienzos del siglo XXI: "bosteza de políticas banales, dicterios al gobierno reaccionario y augura que vendrán los liberales cual torna la cigüeña al campanario".

*Catedrático de Historia Contemporánea de la Uex