TAthora que WhatsApp se ha convertido en una forma de comunicarnos fácil, barata y lo más importante, inmediata, una si quiere puede estar casi a tiempo real informándose de todo lo que le interesa, que para una servidora tiene su punto álgido fuera de las obligaciones y devociones diarias, en el flamenco. Me entero por WhatsApp de los premios que recogen los compañeros cantaores/as, guitarristas, bailaoras/es... y de todo aquel artista que hace del flamenco, cada día, algo más grande aunque parezca increíble que pueda ir dimensionándose a más. Por esta vía de mensajería felicito a los premiados, consuelo a los que no lo consiguieron, me felicitan por mi trabajo, me ofrecen 'posibles entrevistas' y comparto opiniones, dimes y diretes con los que me une afición y profesión. ¡Qué sería ya de nuestra vida sin WhatsApp! Ahora, acabo de recibir uno. Perrete me invita a aprender a cantar flamenco, concretamente 'para no dejar pasar la oportunidad de disfrutar y aprender del cante flamenco'. Para los interesados, las clases se ofrecerán en el Centro Cívico AAVV de Pardaleras (más información en la página de Facebook: francisco.escuderoperrete). También barajo la posibilidad de aprender baile en la escuela de Pilar García en Badajoz con Alejandro Rodríguez , los días 4 y 5 de octubre en la calle Porrina de Badajoz, 47. Sin duda WhatsApp me ofrece tantas posibilidades flamencas que apenas me pongo a digerirlas recibo el mensaje de Jesús Ortega , que acaba de llegar de Japón. Estoy al día, sin duda. El flamenco, inteligente, versátil, se cuela y se pone al día sin proponérselo. Es tal la necesidad de este arte que tenemos que empapar nuestra tecnología diaria de él. El flamenco, que se mastica en la silla de nea con sabor a vino y fiesta sigue con su arte luchando por no perder su sitio también, desde nuestros aparatos móviles. A través de todo lo que empiece por 'ay' (ipad, iphone...), como sus quejíos.