La muerte de un hombre el pasado martes en los accesos al polígono industrial de Las Capellanías, en Cáceres, eleva a cuatro los fallecidos en este punto en sólo un año, lo que indica la alta siniestralidad en esta intersección de la N-630, un punto kilométrico que, desde marzo del 2002, ha registrado once accidentes de tráfico. A un año del inicio del proyecto para la adecuación de este tramo y, a expensas aún de su conclusión, se puede decir que se trata de uno de los puntos negros más sangrantes de la N-630. Pese al cumplimiento de los plazos en la ejecución de las obras, queda la pregunta de si se ha hecho todo lo posible para evitar tantas muertes en un punto cuya peligrosidad viene dada desde hace años. ¿No deberían ser urgente unas actuaciones encaminadas a salvaguardar la vida o la integridad física de los miles de cacereños que, a diario, deben circular por esta vía? ¿Cuántas vidas deben ser necesarias para que la Administración busque fórmulas que permitan la rápida ejecución de los proyectos? El ejemplo de Las Capellanías se puede extrapolar fácilmente a los tres puntos negros que existen a pocos kilómetros de este polígono industrial: los cruces de Casar, Garrovillas e Hinojal, entre otros.