Cada uno es como es, cada cual es cada cual», dice el genial e inagotable Joan Manuel Serrat en una de sus canciones. Y tú, que andas siempre dándole vueltas a la sesera para sacar punta a lo más romo, añades una coletilla: sí, pero hay que tener más paciencia que el santo Job con algunos y algunas para aguantarlos a tu lado mucho tiempo. Habría que preguntarse si Sancho Panza tuvo o no paciencia para suportar los delirios y los arrebatos de Don Quijote. Claro que el orondo escudero tenía un carácter amigable y sufrido. Sin embargo, Don Quijote era un filósofo desequilibrado mental cuyo carácter variaba conforme venía el aire, y más que un escudero, necesitaba un siquiatra. Que una cosa es el carácter de una persona y otra un comportamiento delirante.

Hoy te dices esto porque te has encontrado por la calle con tu amiga Manoli -no te gusta llamarla así, pero es que a ella no le gusta que la llamen Manuela-- y te ha retenido -con las prisas que tenías-- casi media hora para contarte no sabes qué de una multa que le han puesto injustamente; del chollo de trabajo que ha encontrado su hijo Juliojuan en Madrid; y de las ganas que tiene de jubilarse. Todo esto sería normal si tu amiga Manoli no fuese de esas personas que un día apenas te saludan, y otro, como hoy, te cuentan su vida por fascículos. O sea, que tiene un carácter «veleta». Y no hay carácter más desconcertante. Porque al antipático por naturaleza ya sabes cómo tratarlo, en vez de invitarle a un vino crianza, le invitas a un vaso de vinagre añejo, y él se lo bebe con sumo gusto. Al incansable simpático -a veces cargante-- le ríes las gracias con estoicismo, y hasta puede que le agradezcas -si a ti no te duele una muela-- su buen sentido del humor. Al siempre tímido que habla lo justo, le dosificas la conversación para no abrumarlo. Al asiduo «pesao» le huyes diciéndole que te ha dado un retortijón y no puedes entretenerte. Al hipocondríaco le animas contándole chistes de Chiquito de la Calzada.

En fin, que todos los caracteres son tratables, menos el «veleta». Eso sí, cada cual es libre de aguantar el viento según sople.