Publicaba este periódico hace unos días que la sanidad extremeña va a recibir 13 millones de euros por parte de la Fundación Amancio Ortega para renovar sus equipos oncológicos. Una donación que forma parte de la suerte de gira que el magnate español está realizando por distintas comunidades autónomas dispensando millones en máquinas que detectan cáncer.

Todo un debate se ha generado en el país sobre la conveniencia de estas donaciones. Si se analiza el asunto de manera superficial y simplista sí, qué bien, qué generosidad, gracias por los millones. Pero si se entra al fondo de la cuestión desde luego que no tenemos motivos para estar haciendo la ola, ni a las grandes corporaciones ni a la connivencia que con ellas tienen nuestros gobiernos. Porque las grandes empresas a lo que se dedican es a obtener el máximo beneficio posible. Esa es su labor. Y deberían tributar en base a sus ganancias. No se tienen que reconvertir en ONG’s.

En el caso de Inditex, las informaciones que circulan hablan de una donación de alrededor de 320 millones de euros a la sanidad española a través de su Fundación. Pero es que esta empresa ha esquivado hasta 600 millones de euros a la Hacienda española gracias a la mal llamada ingeniería fiscal. Que me expliquen qué filantropía es esa. No es solidario, ni siquiera caritativo, es básicamente un engaña bobos.

Lo peor es que está en juego un tema tan delicado como el cáncer, que nos afecta a todos. Decía el consejero extremeño de Sanidad sobre la donación que se trata de «algo que necesitaba la sanidad pública». Si la palabra es «necesidad», esos equipos deberían estar ya en los hospitales, fruto de nuestros impuestos, no a la espera de esta dádiva.

Porque así es cómo se financia la sanidad y todo lo público. Que no nos engañen con el inmenso entramado de fundaciones, patronatos, iniciativas y demás campañas que en última instancia desgravan a las empresas que las promueven.

Escribía Eduardo Galeano que «a diferencia de la solidaridad, que es horizontal y se ejerce de igual a igual, la caridad se practica de arriba-abajo, humilla a quien la recibe y jamás altera ni un poquito las relaciones de poder». Que los árboles no nos impidan ver el bosque.