La edición del Tour 2009 ha llegado a su fin con la cuarta victoria consecutiva de un ciclista español, la segunda de Alberto Contador, que también se enfundó el maillot de líder en 2007 después de la extraña decisión de su equipo --entonces, el Rabo-bank-- de pedir la retirada de Rasmussen por supuestas irregularidades nunca del todo esclarecidas. Para más inri, Contador no pudo defender el título en 2008 porque la organización impidió que el Astana se plantara en la salida de aquella edición. Esta era la gran oportunidad de Contador, teniendo en cuenta, además, la baja obligada de Alejandro Valverde. Hasta que Armstrong, vencedor en siete ocasiones, declaró que volvía a la carretera en la misma formación que el de Pinto. Desde entonces, las trifulcas internas en un Astana bicéfalo han generado gran cantidad de comentarios. La decisión y el coraje del americano, y la reverencia hacia Lance que emanaba de su equipo, fueron circunstancias adversas que solo podían ser superadas por alguien llamado a mandar en el ciclismo del futuro. Contador ha llegado de amarillo a París apagando todos los fuegos y ahuyentando cualquier duda sobre su calidad, potencia y carisma. Se ha ganado el respeto a base de pedaladas y pundonor. La lucha de Armstrong merece elogio, pero la exhibición de Contador ha de figurar en la historia del Tour con letras de oro.