THtemos dejado reposar muertamente a Carmina para lejos de tirios y especuladores de muertos, nos centremos en un fenómeno que ya veremos cómo sustituimos. No va a ser fácil. Su hermana Belén nos va a dar también días de gloria en su automoribundia, pero no va a llegar a nada porque no tiene a su lado un imbécil de la altura de Ernesto Neira, que el día que se murió Carmina iba a Hornachos a romper un tablao puesto a propósito en ese pueblo franquista.

Carmina era la guinda que nos había puesto el régimen anterior en todo lo alto además de José María Aznar y la Botella, pero es que Carmina era más auténtica, porque Carmina comenzó su periplo con las mesnadas patrióticas de la Plaza de Oriente adonde iba antes de comenzar a ir al Rocío donde le daban hasta convulsiones. Y es que el Rocío es como la Plaza de Oriente bis, pero con cogorzas y cocaína y al final ya con la Virgen por los suelos, como hubieran hecho con Franco si los hubiera dejado la guardia mora.

Al final Carmina ha muerto como era necesario morir, dejando para los restos una estela de descomposición con los hermanos Matamoros que encima se creen que son progresistas, con su moral de Campanario sin tener nada que ver con Jesulín que es una historia de transición paralela a la de José María Aznar porque los dos son deficientes mentales.

Ahora comienza otra historia, donde su hijo pequeño va a tirar de la manta porque esta entrega está por terminar y durará lo que no está en los escritos porque la historia de Carmina es uno de los últimos capítulos del franquismo que no cesa ni cesará. Caín está supervivo.

*Escritor y Jefe del Servicio Territorial de la Consejería de Cultura en Badajoz