Leía el otro día en no sé qué revista agraria que nuestros parques de maquinaria agrícola aún eran exiguos. La verdad es que no lo creo. Si ustedes se vienen, por ejemplo, en estas fechas por estas comarcas norteñas de Extremadura, cuando todo el mundo anda metido en el verdeo (recolección de aceituna de mesa), renegarán mil veces de rodar por los asfaltos.

Infinidad de tractores gigantes y enanos, amén de otras máquinas zarandeadoras (sin contar los carros metálicos tirados por caballerías), inundan nuestras carreteras, que no han crecido en las anchuras de sus alquitranes de modo proporcional a como ha crecido el parque de maquinaria agrícola.

Dios te libre de caer detrás de esos maquinarios . Sabido es que muchas de nuestras carreteras rurales se enorgullecen de sus curvas y de su cintura de avispa, y sería toda una ofensa para ellas el dotarlas de carril lento (en eso ni se piensa, faltaría más). Pues si caes detrás de esos mecánicos sapos, seguro que te rasgas las vestiduras y te mesas los cabellos.

Ahora dicen las estadísticas que se producen más accidentes en las carreteras locales que en las flamantes autovías. ¡Vaya descubrimiento! Y después dicen los políticos que hay que apostar por los medios rurales. Demagogia barata, puñetera demagogia. Y todavía los hay, también, que afirman que nuestros parques son parcos. ¡Pero, señor, cuánto miope sin ir al oftalmólogo!

Félix Barroso Gutiérrez **

Santibáñez el Bajo