THtace casi ya 30 años que apareció en el metro de Madrid una pintada que amenazaba con un "vamos a matar al cerdo de Carrillo " y que, a los pocos días, fue respondida con una menos violenta y más ingeniosa: "Ten cuidado Santiago porque te quieren matar el cerdo".

Un cuarto de siglo después resulta inimaginable que haya unos innombrables capaces de intentar agredir a una persona de 90 años mientras (¡cómo no!) destrozaban una librería.

Ni una línea debiéramos gastar en calificar a los autores pero sí que cabe una reflexión sobre un periodo que debería empezar a tratarse históricamente de no ser porque hasta ayer seguían en pie las estatuas del dictador.

Carrillo puede ser presentado como el gran conciliador o como el desactivador de la ruptura democrática, aquél que hizo claudicar a la oposición, la descabalgó de sus legítimas aspiraciones y, por omisión, puso al mismo nivel a los verdugos y víctimas de la dictadura.

Se ha vendido tanto la transición como un modelo tan perfecto e imitable que será difícil en los próximos años encontrar un análisis crítico de aquellos tiempos.

Habría que preguntarse si lo ocurrido hace unos días con la retirada de las estatuas o el pasado fin de semana a Carrillo no es consecuencia de no tener en nuestra historia una fecha marcada, como el 25 de abril portugués, que separe a los demócratas de los que no lo son.

La ruptura no debe ser violenta pero sí clarificadora.

Nunca es tarde.

*Profesor y activistade los Derechos Humanos