Ante la inesperada reacción de algunas personas el domingo pasado, 6 de agosto en la iglesia conviene que haga una declaración por mi parte para que todo el pueblo se entere de lo que dije, sin tergiversaciones.

Esta fue mi sugerencia: "Quisiera deciros algo, aprovechando que hay muchos hinojaleños de fuera: Cuando llegué a este pueblo, hace años, encontré que, en la fachada de la iglesia, había un listado con los nombres de los caídos de este pueblo en la guerra. Me extrañó un poco, pues estas estelas habían desaparecido hacía algún tiempo de los templos y pensé que, si lo habíais mantenido en el vuestro, no iba a ser yo el que intentara quitarlo; pero ahora, el Estado ha invitado a la Iglesia a retirarlos de todas partes y a mi me parece razonable y una buena ocasión para hacerlo.

En su día, fue el ayuntamiento quien lo puso con el permiso de la Iglesia; ahora es la Iglesia la que pediría al alcalde, -escribiríamos para confirmar la petición- que retire el listado de la fachada. Yo no entro en valoraciones de ninguna clase, pero ciertamente eso es un símbolo, una señal entre nosotros de una guerra fratricida que nunca debió existir. No pretendemos molestar a nadie con la petición. Pero los símbolos significan cosas y es mejor olvidar."

Esto fue lo que dije, pensando que la guerra había terminado hace setenta años, y que por tanto, la gente debía mayoritariamente estar de acuerdo, y si encontraba alguna oposición sería por parte de los familiares de los allí reseñados, cosa comprensible, pues sentimentalmente es muy dificil valorar las cosas con equidad; pero mi sorpresa fue grande; ya que una buena parte de los asistentes a misa estaban esperando fuera; y a mi parecer, con talante poco amistoso, y algunos me interpelaron, de forma no muy académica, lamentando mi actitud.

Yo pensaba que, después de tantos años, la gente habría recapacitado y que, en honor al espíritu de justicia que debe adornar a todo cristiano, entenderían que en ese listado de la fachada no están todos los que murieron en Hinojal y tan hijos del pueblo eran unos como otros. Me equivoqué. Con esta medida, enterrando definitivamente los símbolos que mantienen viva la memoria de una guerra en la que hubo vecinos enemigos, vencedores y vencidos, esperaba contribuir en la educación de las generaciones venideras en la idea de que otro mundo es posible.

Manuel Femia Godoy **

Hinojal