Escritor

Algunos siguen empeñados, caiga quien caiga, en sacar a la pobre poesía de las catacumbas (la expresión es de Octavio Paz) en las que hiberna desde hace tiempo por culpas históricas y compartidas, de difícil concreción, que no viene al caso traer ahora aquí. Acaba de hacerlo una de las instituciones más acreditadas del país, la Fundación Juan March. No es nuevo su interés por la poesía sino todo lo contrario. Prácticamente desde su creación, ha favorecido a este género minoritario pero al que todos suelen atribuir la mayor de las excelencias literarias, en especial los escritores que no son poetas. Lo ha hecho mediante la concesión de becas, la organización de cursos (universitarios o no), ciclos, etcétera. De las primeras se beneficiaron hasta que, por razones de operatividad, dejaron de concederse en 1980, escritores extremeños como Pureza Canelo y José Antonio Gabriel y Galán. Por el ciclo "Literatura viva" pasó Félix Grande. En 1975, se le concedió a Manuel Pacheco, excepcionalmente , una ayuda "a título de reconocimiento de su labor poética".

El pasado martes, el director de la Fundación, Javier Gomá, y el de Actividades Culturales, Antonio Gallego, junto al crítico Javier Goñi, convocaron una comida en la sede de la calle Castelló para presentar un nuevo ciclo que rompe lanzas otra vez, como decía al principio, por la poesía. Para ello, además de los mencionados directivos, se invitó al poeta que ha abierto la serie Poética y Poesía, Antonio Colinas, y a varios periodistas culturales doblados a su vez, salvo en un par de casos, de poetas: Antonio Lucas (de El Mundo ), Jesús García Calero (de ABC ) y Javier Rodríguez Marcos (de El País ). Tuvo uno la fortuna de ser convocado también para hablar, en lo sustancial, de la poesía de Colinas, de la que soy viejo y declarado lector. No es habitual que se converse durante horas y menos de asuntos líricos; sin embargo, así se hizo y en el diálogo no sólo intervino el protagonista del encuentro sino todos los comensales y con intervenciones que merece la pena retener, hasta lo posible, en la memoria.

Redondea la iniciativa la publicación de un cuidado librito en edición no venal, que se reparte gratuitamente a los asistentes, donde se recogen tanto la conferencia del poeta como una selección de sus poemas.

Explicó el musicólogo Gallego (extremeño de corazón, académico de la Real Academia de Extremadura --donde ingresó con un discurso titulado Canción perdida: La música y la poesía de Enrique Díez-Canedo --, con casa en Aldeanueva de la Vera) que llevaban tiempo detrás de las lecturas de poesía pero que sólo se han decidido a programarlas cuando han comprobado que otros se han retirado de esa batalla. Quieren poner el prestigio de la fundación, que no es poco aval, al servicio de la "inmensa minoría". Eso sí, sin entrar en guerra con nadie. Dispuestos a defender el eclecticismo, marca de la casa, para llevar a su salón de actos simple y llanamente a los poetas que les gusten. Para eso, defienden, son una fundación privada que expone su dinero. Están dispuestos, para colmo, a apostar por los más jóvenes, otra de las características de su ya larga tradición cultural.

Resulta llamativo oír contar a Colinas que gracias a la beca, concedida en 1978 para escribir su libro Astrolabio (el mismo año en que se la dieron a mi paisano Gabriel y Galán para que escribiera La memoria cautiva ), se pudo ir un año a vivir a Ibiza. Lo que no sabía entonces es que esa estancia duraría veintiún años durante los cuales, eso sí, tuvo que buscarse otros medios para ganarse la vida.

Me resultó muy agradable comprobar con qué razonable pasión se apoya a la poesía en la Fundación March. Tanto como verificar que los extremeños siguen presentes en esta nueva etapa.