La misa del domingo

Encender la TV: despertar la fe

Jacinto Morcillo // Badajoz

La izquierda radical, acomplejada y cainita de esta España nuestraque ni ha superado la guerra civil ni ha digerido la transición, perdida en la nebulosa de sus dogmas obsoletos y trasnochados, para significarse, recurre cíclicamente --carente de propuestas creíbles y viables-- a intentar golpear a los cristianos en sus instituciones y prácticas.

He recibido por varios medios la invitación a encender la TV2 el domingo a las 10.30 horas para evidenciar que el espacio televisivo dedicado a la misa para enfermos e impedidos tiene una cuota de audiencia tal que se convierta en argumento que impida su supresión como ha solicitado Podemos.

Los obstáculos siempre han despertado la conciencia y aguzado el ingenio. María Reyes fue --en el sentido etimológico del término-- una beata cristiana, instruida que con sincera actitud, dedicó su existencia a enseñar en su casa a los jóvenes de Santa Amalia paliando las deficiencias del sistema público de comienzos del siglo pasado. Recuerdo haber oído canturrear a mi madre un sencillo poema surgido en aquellas aulas cuando la virulencia antireligiosa de la II república obligó a suprimir el crucifijo en las escuelas:

«Ya nos quitaron/de las escuelas/el crucifijo/ ¡Ay, qué dolor!/Pero nosotros/lo llevaremos/siempre grabado/en el corazón»

La iniciativa para defender el espacio televisivo me parece plausible en un estado respetuoso con las manifestaciones equilibradas de las creencias de sus ciudadanos. San Pedro (I- 3;15) recomendaba: «...santificad a Cristo como Señor en vuestros corazones, estando siempre preparados para presentar defensa ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros, pero hacedlo con mansedumbre...».

¿No serán también estas manifestaciones beligerantes --pálidos reflejos de los «maestros de la sospecha», feliz expresión de Paul Ricoeur-- ocasión propicia para repensar nuestras creencias y depurar nuestra fe?

En la primera parte de uno de sus mejores libros, Introducción al cristianismo, Joseph Ratzinguer escribe:

«Pero dejemos estos problemas a un lado para preguntarnos más radicalmente y reflexionar sobre qué actitud se nos pide al definir la existencia cristiana con la palabra creo y al definir [...] el núcleo cristiano con la palabra fe. [...] Creo significa que el hombre no ve en su ver, oír y comprender la totalidad de lo que le concierne [...] sino que busca otra forma de acceso a la realidad; a esta forma la llama fe y en ella encuentra la abertura decisiva de su concepción del mundo [...].

A esta actitud solo se llega por lo que la Biblia llama conversión [..] Sí, la fe es la conversión en la que el hombre se da cuenta de que va detrás de una ilusión al entregarse a lo visible. He aquí la razón profunda por la que la fe es indemostrable: es un cambio del ser y solo quien cambia la recibe. Y porque nuestra manera natural nos empuja en otra dirección, la fe es un cambio diariamente nuevo; sólo en una conversión prolongada a lo largo de toda nuestra vida podemos percatarnos de lo que significa la frase yo creo.”

Encendamos la TV para defender nuestros derechos y profundicemos al mismo tiempo la fe, razón de nuestra esperanza.