Murallas sociales

En contra de los muros entre pueblos

José Luis Solans // doctor en Derecho

Históricamente, y a nivel mundial, hay una gran experiencia y tradición en la construcción de muros o murallas, ya sea entre las personas, pueblos o naciones (un ejemplo típico es la muralla China). En Europa, hace muchos años que se derrocó la muralla de la vergüenza (Berlín, 1961-1989). Ahora se intenta construir otra en Estados Unidos, en la frontera con México. También quieren construir -o ya se están haciendo- otras en Europa (el Reino Unido, Polonia y Hungría, entre otros países). Incluso nuestro propio país intenta construir una frontera o muralla interna que nos puede separar y dividir a nosotros mismos. No hemos aprendido, a pesar de la experiencia, que la construcción de muros o murallas ha sido la mayoría de las veces nefasta y conflictiva. No hemos aprendido que las sociedades cerradas son más pobres, mezquinas y represivas. No hemos aprendido que la nostalgia puede cegar a las personas y hacer que olviden el progreso social y económico. No hemos aprendido que los muros, mentales o materiales, siempre esconden un nacionalismo totalitario o extremo. No hemos aprendido que la criminalización o estigmatización de las personas por su origen, identidad, lengua, color de piel, religión o costumbres, es totalmente incompatible con los derechos humanos y la democracia. No hemos aprendido que la xenofobia va en contra de los valores, como el respeto y la tolerancia. No hemos aprendido que el objetivo del populismo es cerrarse y aislarse del mundo exterior e imaginarse un futuro rodeado de barreras y fronteras vigiladas por torres. No hemos aprendido que los muros significan racismo, exclusión, enfrentamiento, conflicto, incomprensión, rencor ,discordia, intolerancia, antagonismo, segregación, xenofobia y odio.

El muro es el resultado de muchos miedos acumulados, de egoísmos y prejuicios. No podemos contrarrestar los excesos de la globalización cerrando el país con un proteccionismo extremo que nos empobrece a todos. Lo que hace falta son más medidas políticas, económicas, fiscales y educativas que fomenten el bienestar y la redistribución de la riqueza. Es un imperativo social, moral, político y vital derribar todos los muros, murallas o fronteras, y con el mismo material construir puentes y caminos. Puentes de solidaridad, de integración, de justicia social. Puentes que acaben de una vez por todas con la miseria y la desigualdad.

Un muro ofende la dignidad humana. El futuro debe construirse siendo una sociedad libre, abierta y generosa . No podemos ni debemos estar callados por apatía, oportunismo o temor. El silencio es cómplice de la intolerancia y la segregación.