DESIGUALDADES

El pan

Ángel Morillo Triviño // Castuera

Contaban los ya fallecidos que en mi pueblo había una persona trastornada que estaba todo el día dando voces e insultando. Cuando pasaba por su puerta algún vecino le decía: ¡Antonio!, ¡coño, cállate un rato! A lo que el tal siempre respondía: ¡Que me den de comer y me callo! Como pueden deducir, está más que claro, el pan era lo único que calmaba al pobrecito descerebrado.

Hay mucha gente en el mundo que no sólo dispone de poco pan, sino que, además, tiene que soportar las mil y una injusticias en el trabajo y en su vida diaria. Mucha gente que no sólo no come ni apenas puede beber agua mientras ve como muchos de sus compatriotas viven en la opulencia y gozan de todo lo bueno que hay en este mundo lleno de desigualdades sociales, falta de educación, carencias sanitarias, etc., etc. Sin excluir el fomento del fanatismo religioso aprovechando dichas desigualdades: ¡Hay otro mundo donde todo es placer y bienestar se inculca sin límite! Mentira que trae consigo, junto a lo demás, la inmolación de la persona ya de por si debilitada psíquicamente arrastrando con ella a todos los que considera infieles.

Todos los países de todos los Continentes, especialmente del africano, tienen suficiente para todos, pero se lo quedan unos cuantos que desde otros lugares son protegidos por conveniencias «económicas» sin pensar en la fechoría que están cometiendo sin el menor de los escrúpulos. Demasiados pobres y, afortunadamente, menos pobres, pero, al fin y al cabo, pobres también. Mientras, el ¡1%! de la población mundial dispone de casi toda la riqueza que el trabajo de la mayoría genera. Y las desigualdades siguen en aumento cada día que pasa, lo que nos volverá a la esclavitud sino se le pone coto. ¿Qué esperan todos estos descerebrados --muchos de ellos más fanáticos que los propios fanáticos-- aunque lo sean de lo contrario --ellos no pasan hambre-- que el paisano al que me he referido al principio? ¿No se dan cuenta de que la gente se radicaliza siempre por algún motivo? ¿No comprenden que los cerebros de los radicalizados son muy fácil de manejar por los que han perdido ya toda la ilusión por una vida digna y, como vulgarmente se dice, se han tirado al monte? ¿Tan difícil es entender que un mundo donde hay pan para todos no se lo pueden comer sólo «cuatro»? ¡Llevadles pan en lugar de armas! Y a lo mejor tenemos la suerte de que, como el vecino de mi pueblo, se «callen un rato» y no sigan matando inocentes en cualquier sitio.